El pasado lunes 4 de octubre se llevaron adelante elecciones municipales en más de 1300 distritos a lo largo y ancho de todo Italia, entre ellos, en cinco de las ciudades más importantes del país: Roma, Turín, Milán, Nápoles, y Bolonia. Votaron más de 12 millones de personas, y los principales contendientes fueron los representantes de la centroizquierda -Partido Democrático (PD), Movimiento 5 Estrellas -M5S-, Italia Viva de Matteo Renzi, sumado a los distintos partidos comunistas y socialistas-, de la ultraderecha y la centroderecha (La Liga de Matteo Salvini, Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni, o Forza Italia del inefable Silvio Berlusconi). La izquierda tuvo sus mejores resultados en mucho tiempo, haciéndose en primera vuelta con ciudades tan dispares como Milán en el norte, Bolonia en el centro-norte, o Nápoles en el sur. A su vez, los candidatos de la centroizquierda quedaron muy bien posicionados para la segunda vuelta en Roma y Turín, en los comicios que se celebrarán el próximo domingo.

El país se comienza a reconfigurar en un contexto de crecimiento de la extrema derecha, donde la correlación de fuerzas en ese sector también está cambiando. Más allá de algunos resultados puntuales, la derecha quedó muy golpeada, perdiendo en los principales distritos. La candidata más votada en Roma fue nada más y nada menos que la nieta del exdictador y fundador del fascismo, Benito Mussolini. Se trata de Rachele Mussolini, que fue electa para un segundo mandato como concejala por Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) de Giorgia Meloni, la estrella emergente de los movimientos extremistas. Meloni le disputa el liderazgo del espectro de extrema derecha a Salvini, e incluso a Berlusconi. El ya anciano multimillonario ex premier perdió incluso en su feudo de Milán. En la segunda vuelta en la capital, se enfrentará el candidato de la derecha Enrico Michetti, contra el de centroizquierda, Roberto Gualtieri, exministro de Economía. Aunque Michetti le ganó 30% a 27%, es Gualtieri quien se posiciona como favorito de acuerdo con los sondeos.

Todo esto se da en un contexto donde el actual presidente del Consejo de Ministros, el tecnócrata Mario Draghi, se encuentra llevando adelante una serie de reformas económicas exigidas por la Unión Europea. Para eso, el premier, necesita del apoyo de toda su más que heterogénea coalición de gobierno, algo que, por ahora, no parece tener asegurado. El Ejecutivo está conformado por todos los partidos con representación en el Parlamento italiano, con la excepción de Hermanos de Italia. Draghi asumió en febrero de 2021, tras el encargo que le hizo el presidente Sergio Mattarella de formar gobierno, luego de la renuncia de Giuseppe Conte. Entre 2011 y 2016 había sido presidente del Banco Central Europeo, por lo qué es visto por la extrema derecha anti europeista como un mero instrumento de las “élites” de Bruselas que tanto aseguran combatir. Sin embargo, el líder de La Liga apoya al gobierno de Draghi, aunque se encuentra tensando la alianza a partir de la debacle sufrida por su partido en las elecciones regionales. El ultraderechista rechaza tajantemente apoyar las reformas exigidas por la UE, lo que pone en peligro la continuidad del gobierno.

Entre otras reformas, Draghi pretende reformar el antiguo sistema fiscal italiano. El único miembro de la coalición que no apoya esto es Salvini. Incluso sus aliados de Forza Italia aseguran “no comprender” la actitud del líder de La Liga. El derechista quiere hacer valer su influencia en el gobierno al mismo tiempo que pretende capitalizar políticamente la oposición a alguna de las reformas que no gozan de demasiada popularidad entre los italianos. Entre ellas, una para regularizar los inmuebles que no han sido declarados en el catastro, lo que se conoce como “casas fantasma”, cuyos números se estiman en más de un millón. El objetivo del gobierno es combatir la evasión fiscal, que le cuesta al país cerca de 100.000 millones de euros anuales. Italia, además, será el primer beneficiario del plan de recuperación europeo, ya que recibirá más de 190.000 millones de euros en seis años, siempre y cuando respete determinados objetivos, entre ellos, alguna de las reformas. Al mismo tiempo, el gobierno aprobó reformar el Poder Judicial, uno de los más ineficaces y burocratizados de la UE.

Las próximas elecciones generales de Italia se realizarán recién en mayo de 2023. No obstante, en un país donde los Ejecutivos son tan inestables y se mantienen tan poco en el tiempo, la necesidad de hacer equilibrio para las fuerzas políticas es permanente. Se trata de un país que tuvo 66 gobiernos en 77 años, con un promedio de permanencia en el cargo de los primeros ministros de 13 meses. La extrema derecha estaba convencida de que, debido a la pandemia y a sus consecuencias económicas, el descontento contra lo que ellos denominan el “establishment” iba a ser mucho mayor. Su derrota en las municipales obligará tanto a Meloni como a Salvini a rever su política de alianzas y de moderar su discurso. En la política italiana, sin embargo, la única certeza que existe es que todo es impredecible. La foto de hoy puede no ser la de mañana, pero, por lo pronto, los italianos han decidido comenzar a encarar la post pandemia por izquierda. Buenas noticias para Europa, muy malas para los extremistas.