Mauricio Macri no debe haber medido el impacto negativo que tuvieron sus definiciones en el último viaje que realizó a la provincia de Córdoba. De haberlo hecho, seguramente no se hubiera atrevido a semejante desparpajo.

Sus palabras fueron consideradas ofensivas e irrespetuosas por buena parte del radicalismo, que hoy aparece cansado y sin ninguna predisposición para aceptar las órdenes del “dedo” que viene de la Capital Federal.

Macri vino a Córdoba y elogió a Juan Schiaretti, criticó sin nombrarlo a Mario Negri y ordenó encolumnarse detrás de la figura de Gustavo Santos, a quien postuló como primer candidato a senador o a diputado nacional.

La primera reflexión de este mayoritario grupo de radicales fue: “Está todo mal con Mauricio”.

La imagen de este desencuentro fue la de una copa de cristal que se astilló: imposible de arreglarla sin que se note el golpe.

Rápido de reflejos, el rival de Macri en el PRO, Horacio Rodríguez Larreta, trata de explotar el error no forzado del expresidente y pone un pie en Córdoba.

¿Quién es el amigo del alcalde porteño en esta provincia? Mario Negri. No es casual que su hijo, el concejal Juan Negri, venga realizando clínicas en la administración porteña desde hace dos años aproximadamente.

Pero el dirigente opositor a Macri también tiene otros planes: es factible que en el corto plazo manifieste su apoyo expreso y público a la candidatura a senador nacional de Luis Juez, lo que le echará más leña al fuego de la interna de Juntos por el Cambio.

La pelea que se libra en la ciudad de Buenos Aires es sin cuartel entre Macri y Larreta y lo que los miembros del PRO no quieren, inevitablemente se producirá:ese enfrentamiento duro seguramente se trasladará a nuestra provincia.

Hoy Macri no es el que era en Córdoba y los votos que consigue son, mayoritariamente, propiedad del antikirchnerismo, no de él. Por eso, el rebaño se encamina a desandar sus pasos en otra dirección, o bien a pensar mucho antes de dar un paso en cualquier sentido.

El expresidente de Boca tal vez no fue conciente del lío en el que se metía cuando dijo lo que dijo durante su última incursión, cuando se instaló en Potrerillo de Larreta, en las cercanías de Alta Gracia, y de allí pretendió dirigir la orquesta.

La hoguera creció y su muro de contención, que es el PRO local, no tiene la envergadura para apagar el fuego. En Córdoba, ese partido es muy pequeño y es factible que sin el apoyo del macrismo, los dirigentes provinciales hubieran tenido un nulo despegue.

Las personas conocidas del PRO lo eran antes de ingresar al PRO y los casos pueden mencionarse sin temor a cometer una equivocación: Héctor Baldassi y Eduardo “Gato” Romero. Ambos con dilatadas carreras deportivas, llegaron a la política de la mano de Macri, pero no tuvieron necesidad de instalarse en la gente porque ya eran muy conocidos.

Con Santos pasa algo diferente. Es un dirigente político de años, pero no cuenta con el reconocimiento popular y no por malo sino por desconocido. Y la tarea de inserción, se sabe, es complicada y lleva mucho tiempo.

Hoy el ex presidente parece haber asumido demasiados riesgos y no cuenta con una estructura fuerte como para poder afrontarlos. Córdoba era hasta hace poco su lugar en el mundo. Sin embargo , hoy tiene una imagen negativa cercana a la de Cristina Fernández. ¿Qué pasó? Sus errores hicieron que la copa se rompiera.