Al presentar esta semana el nuevo protocolo para la Policía –en el que se limita el uso de la fuerza y de las armas reglamentarias – el ministro de Seguridad Alfonso Mosquera, anticipó que no se descartaban cambios en la cúpula de la Policía. 

No sorprendió que esas modificaciones se produjeran casi inmediatamente, ya que se descabezó la cúpula de la institución: el comisario general Gustavo Vélez (un tibio jefe de la fuerza al que se le conoció un mínimo de carácter para estar en tamaño rol) y a su subjefe Pablo Adrián Arregues. Ambos pasaron a la historia.

Evidentemente, tras los inaceptables hechos de gatillo fácil protagonizados por agentes de la policía contra Valentino Blas Correas y Joaquín Paredes, y los sucesivos episodios de corrupción policial y la falta de resultados en la prevención del delito, la política cierra el círculo sobre los profundos cambios que necesita dar ante el fracaso de la gestión de seguridad. Al frente de la institución estará por primera vez una mujer, Liliana Zárate Belletti. La comisaria había admitido al asumir en agosto pasado como directora general de Seguridad capital que “estaba preocupada por la vida, la seguridad y los derechos humanos”, tres puntos sobre los que el gobernador Juan Schiaretti quiere que la policía  focalice sus principales cambios. 

El camino que inicia la nueva funcionara deberá mostrar en el terreno, conocimiento, sagacidad y empatía con la sociedad, algo que nunca supo poner como atributo el saliente Vélez.

El cambio era cantado desde hace unos días, con fuertes trascendidos dentro del cuerpo y con algunas críticas al manejo que la política hace de una institución acostumbrada a los códigos castrenses de “subordinación y disciplina” . 

Al necesario cambio para oxigenar la Policía por los problemas estratégicos que los gobiernos justicialistas han tenido con el tema seguridad y que la política no ha logrado resolver, se plantean preguntas fundamentales, cuyas respuestas podrán determinar si la apuesta de Schiaretti es efectiva: 

¿Contará Zárate Belletti con el respaldo necesario dentro de la fuerza,  una institución en la que el machismo ha sido un menú cotidiano? ¿Habrá tiempo para el cambio a partir de la capacitación anunciada, que no sólo pretende ser un simple protocolo para el uso del arma? ¿Tendrá Zárate Belletti una idea para humanizar a policías en prácticas de derechos humanos? ¿Habrá intención de los uniformados en adaptarse al cambio? ¿Qué rol desempeñará su Ssubjefe Ariel Darío Lecler, un hombre joven que un día saltó desde un cargo de comisario inspector al de comisario general, superando en el terreno a otros experimentados jefes que venían sosteniendo una carrera previa para llegar a la cúpula de la policía? 

El gobierno necesita un cambio. Demasiados problemas se han presentado por la pandemia y las ineficientes políticas de seguridad. Una mujer de carácter estará por primera vez al frente de una institución cuestionada, que necesitará algo más que maquillaje.