El discurso audiovisual de CFK, hace exactamente un año, fue un hito político voluntario. Hay hitos voluntarios, esos que tuercen la historia. Se me ocurre que el Pacto de Olivos y el renunciamiento de la ex presidenta a encabezar la fórmula y nominando a Alberto Fernández fueron los dos más significativos de la democracia. Fueron estratégicos, especulativos y osados. Y además impactaron considerablemente en los desafíos electorales que se disputaron.

Hay hitos involuntarios que también inciden en la historia, pero no se buscan, no son deliberados. Son más bien consecuencias no deseadas. La crisis del 2001, la crisis económica del 2019, la muerte de Néstor Kirchner y la gestión de la pandemia son (a mi entender) los 4 hitos de estos últimos tiempos que modificaron ciclos regulares sin que nadie los haya buscado deliberadamente.

La decisión de CFK fue una hecatombe política. Un verdadero sacudón político. ¿Qué propuso en ese acto discursivo? Rescato las mismas palabras con las que analicé el hecho hace un año atrás: a) un nuevo desafío de gobernabilidad futura; b) la reconstrucción tras las ruinas; y c) una respuesta al desgobierno o mal gobierno.

Pero lo cierto es que ese renunciamiento personal, se erigía como una acción necesaria para poder transitar el gobierno de una Argentina endeudada y empobrecida. Fueron palabras literales que ella usó. La idea que se me vino a la cabeza en ese entonces fue la de “reconstrucción”. Su discurso apuntó a la reconstrucción del consenso, a la consolidación de una coalición popular. Proponía un futuro de gestión fortalecida. De unidad, siempre como contraste al gobierno de turno.

La cuestión es cómo se sigue en estos tiempos. A un año de la decisión y cerca del medio año desde la asunción, todo el proyecto inicial de reconstrucción se volvió inviable, al menos en los términos iniciales. Es imposible planificar el largo plazo en el medio de una crisis sanitaria, económica y con secuelas sociales impredecibles. Entonces lo que se viene es una especie de reconstrucción de la reconstrucción. ¿Y a qué huele? A mitigación, a compensación, a reconstrucción de muchos sectores fuertemente afectados. Pero también a desafíos más frágiles, como que el consenso a mantener deberá tener cuidados intensivos, tanto internamente como en relación a los sectores que pujarán por ser beneficiarios de esta reconstrucción de la reconstrucción. Y ese cuidado requerirá de un presidente con altos niveles de consenso público y de consensos multinivel en términos políticos. Pero que también siga dedicado a establecer un liderazgo cooperativo y apegado a un estilo institucionalista. En sólo poquitos meses cambió el sentido de la reconstrucción: incluye todo lo que antes se necesitaba hacer, pero se le agrega todo lo que una crisis planetaria y la exigencia de un nuevo riesgo requiere. La politización exacerbada compite contra la eficacia de esta reconstrucción.