En el mundo de las telecomunicaciones -o dicho mejor, en el mundo- está en marcha un proceso de evolución tecnológica del que popularmente hablamos haciendo referencia al despliegue de 5G. Y es que si bien se trata de una nueva generación de redes móviles, la realidad es que su impacto excede largamente a un simple aumento de velocidad en la transmisión de los datos que enviamos y recibimos desde el celular.

No es que sea menor el cambio en ese aspecto, las pruebas locales realizadas por proveedores de redes con las operadoras locales demuestran que 5G entrega velocidades de bajada de 1 Gbps (gigabits por segundo) o dicho de otra forma mil megas y de 100 megas de subida. ¿Y en qué nos beneficiará esto como usuarios? En principio podremos descargar una película de Netflix en calidad 4K en menos de diez segundos, o  presionaremos play en cualquier video de YouTube y su reproducción será rabiosamente inmediata. Sin embargo por sorprendente que parezca, estos cambios representan nimiedades frente a otros como la desaparición de los problemas de almacenamiento en el móvil: al ser tan veloz la transmisión de datos, nuestra memoria será la nube, lo que hoy significa el infinito.  

Otro aspecto en el que impacta la llegada de 5G es en aquellos desarrollos móviles que demandan alto poder de procesamiento, la increíble velocidad de la red permitirá utilizar remotamente los más poderosos procesadores de super computadoras como si ese power estuviera dentro mismo del Smartphone.

Pero lo que estamos presenciando es mucho más profundo. “5G representa un cambio de paradigma tecnológico similar al salto de la máquina de escribir a la computadora”, grafica certeramente la publicación MIT Technology Review. ¿Recuerdan quienes lo vivieron lo que significó para los y las trabajadoras el reemplazo de las Remington con PCs? Seguramente recordarán que poco tiempo después la frase “manejo de PC” figuraba en cuanto aviso clasificado se publicara.

El aumento de velocidad de transmisión de datos es solo uno de los tres pilares de 5G, los otros dos son la capacidad de conectarlo todo (hasta 100 dispositivos por metro cuadrado) y la casi desaparición de la latencia (tiempo de retardo en la transmisión de datos).

¿Y qué implica un mundo con todo conectado? Podríamos citar miles de puntos de impacto, pero lo representaremos en uno bien cotidiano, la basura. Cada cesto, cada contenedor de la ciudad conectados e informando si su capacidad se ha completado, lograrán que los recorridos de los camiones recolectores sean mucho más eficientes.

Pero tal vez lo menos accesible de entender sea el impacto de la baja latencia. Pues bien, imaginemos que un camión ya no necesita ser conducido in situ, es decir, que los conductores pueden turnarse para guiarlo remotamente porque la reacción de la red es tan veloz que no hay ninguna diferencia entre estar en la cabina del rodado o estar cómodamente ubicado en un centro de comando. Combinado con los sistemas autónomos de conducción lograrán que ningún camión se detenga para que su conductor descanse, simplemente habrá cambios de turnos para que la logística no se detenga.

Si pensamos en medicina y en los robots cirujanos que hoy ya existen, las redes 5G permitirán su completo control remoto, es decir, un médico o una médica operando en un hospital regional pero desde su consultorio en la capital.

Podríamos citar otros miles de ejemplos del impacto de la baja latencia. Pero el punto central de todo esto es lo que sigue.

¿5G traerá aparejado un masivo reemplazo de mano de obra por sistemas automatizados? Sí, como nunca en la historia de la humanidad. Y este es el motivo fundamental de la urgencia porque el despliegue de 5G será mucho más veloz de lo que hemos visto con las tecnologías predecesoras. ¿Cuánto tiempo tenemos para adaptar y preparar nuestros sistemas educativos y reconvertir nuestra fuerza laboral a la nueva realidad que se avecina? No más de cinco años.

En la vida de una persona un lustro puede ser mucho tiempo, para una sociedad no es más que un micromomento.