Con duras críticas a la oposición, que incluyen la instrucción a sus colaboradores para que denuncien penalmente al gobierno del ex presidente Mauricio Macri por administración fraudulenta y malversación de caudales, a la fuerte embestida contra la Corte Suprema de Justicia, el presidente Alberto Fernández dejó formalmente inaugurado el 139º período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación.

Era previsible la réplica presidencial a los opositores en esta esgrima verbal que se aprecia con bastante notoriedad y que se acrecentó en los últimos días. Sin nombrarlo, todo el mundo advirtió que el destinatario central de ese ataque era Macri, a quien nunca nombró.

En diferentes tramos de su discurso aludió al ex presidente: por tomar un crédito del FMI por  “55 mil millones de dólares” y gastarlo anticipadamente sin dar explicaciones, por quitarle el rango de ministerio del área de Salud del Gobierno y por “dilapidar” recursos, entre otras tantas cuestiones. De allí que anunciara que va a denunciar a la administración de su antecesor del PRO.

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Por las dudas, se recuerda que la administración fraudulenta tiene una pena máxima de seis años y la malversación de caudales, de 10 años.

De paso,Fernández le dejó un botín marcado en la pierna al expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Fue cuando dijo que desde ese organismo se apuró el crédito a nuestro país para favorecer la reelección de Macri.

También rescató el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, todo un mimo para el ministro de Economía, Martín Guzmán, sentado en un balcón de ubicación privilegiada en el bello recinto del Congreso.

La de Macri, no fue la única bala de plata que disparó el jefe del Estado. La otra estuvo dirigida a la Corte Suprema de Justicia, ya que –como había trascendido- propuso la creación de un tribunal de alzada ya que propuso la creación de un tribunal de alzada con la sola idea de acotar al máximo organismo judicial del país, del que dijo que está en los límite de la República. El segundo bombazo de su discurso de 105 minutos que fue aplaudido por algo más de una docena de veces.

 También recibió reproches de los opositores y a Alfredo Iglesias lo frenó al decirle: “Déjeme hablar a mí, usted ya habló cuatro años”.  El diputado de Juntos por el Cambio se quedó callado, lo que resultó extraño porque es un polemista profesional.

Después, entre otros temas, pasaron la pandemia y los vacunatorios VIP. Reconoció su error y habló sobre el desplazamiento del ex ministro de Salud Ginés González García, tras lo cual volvió a reconocer que esa decisión le causó mucho dolor, aunque tampoco en este caso dio el nombre del funcionario desplazado. En realidad, Alberto Fernández no nombró a nadie, salvo a la vicepresidente Cristina Fernández y al Papa Francisco.

Como pasa siempre con los discursos legislativos de todos los presidentes, los legisladores y dirigentes oficialistas lo consideraron una pieza impecable y los opositores n ahorraron palabras para desacreditarlo. Eso ya es una costumbre en la Argentina nuestra porque así somos.

Una novedad: impulsó la industria del canabis con fines medicinales. El uso de la marihuana con fines curativos fue hasta hace poco un tema tabú que ahora parece haber quedado atrás.

También volvió a la carga con otra bandera que enarboló hace unas semanas: elevar el piso del Impuesto a las Ganancias y remarcar que espera que el Congreso debata y sancione pronto este tema, lo que fue largamente festejado en el recinto.

No fue un discurso de ocasión, más allá de que se comparta o no el contenido de lo que dijo el presidente. Fue el discurso de apertura de sesiones en tiempos de pandemia. Es lo que hay.