La politización casi obscena de la compra de vacunas para combatir el coronavirus es un hecho sorprendente que permite inferir, sin ningún tipo de dudas, que los consensos en Argentina son casi una misión imposible.

Los cuestionamientos de algunos dirigentes de la oposición son prácticamente desopilantes, al igual que las réplicas de ciertos referentes del oficialismo. Poco importan la pandemia y una de las crisis más devastadoras que haya sufrido el país en su historia. La idea es –como casi siempre en estos casos- denostar al otro, humillarlo a más no poder.

En un momento, se llegó a decir que no existen en el país centros adecuados para vacunar a la población. El ministro de Salud de la Provincia, Diego Cardozo, dio tranquilidad en este sentido al decir que Córdoba está mirando al  mundo en este punto. Y explicó que en Gran Bretaña, por ejemplo, se piensa utilizar estadios de fútbol para aplicar la vacuna que le pondría fin a la peste. No descartó esa posibilidad, como tampoco la de utilizar el nuevo Centro de Convenciones para ello.

Se presenta a la vacuna rusa como el demonio de Tasmania, lo cual es hasta cierto punto gracioso, especialmente cuando especialistas en la materia y el propio ministro nacional del área, Ginés González García, confirman que el país firmará contratos con cuatro o cinco laboratorios que están ahora experimentando con el antídoto.

No hay mucho de qué discutir por el momento, pero la idea de trenzarse en el Parlamento sigue siendo atractiva. No importa la gente, no importa la evolución de la pandemia, no importa lo que le pase al país, en definitiva. 

Esto conforma un escenario en el que titanes en el ring brindan un espectáculo grotesco. No advierten que se les corre el maquillaje y que a corta distancia queda al descubierto el propósito de estos gladiadores berretas: sacar una tajada y tratar de posicionar a futuros candidatos o fuerzas políticas mirando las elecciones legislativas de 2021.

Ciertamente la pandemia y la crisis económica serán ejes de la campaña electoral que parece haber empezado, aunque políticos oficialistas y opositores aseguren sin ponerse colorados que “este no es momento de hablar de elecciones y mucho menos de candidaturas”. Un acto de cinismo feroz.

Una cosa es la discusión y el debate desde miradas opuestas y otras el vendaval obvio de descalificaciones cruzadas.

Córdoba sumergida

Nuestra provincia tiene un destino que parece atado a la Nación. Su situación económica es la peor en años y así lo indican sus números. Por ejemplo, por un lado está la enorme dificultad que tiene el gobierno de Juan Schiaretti para solucionar su deuda externa, un mal que comparte con comparte con otras nueve provincias. Eso llevó al ministro de Economía Martín Guzmán a brindar asistencia técnica a todos estos distritos para ver de qué manera pueden salir del atolladero. 

El escalofriante valor del dólar destartaló las estrategias de pago de esa decena de provincias, que ahora anhelan un pronto acuerdo del país con el Fondo Monetario Internacional. 
Además, Córdoba padece otro problema que le genera una fuerte dependencia de la Nación: la Caja de Jubilaciones, que tendrá un déficit de más de 20 mil millones de pesos. Eso la deja virtualmente acorralada y sin capacidad de reacción. Por eso, los legisladores cordobeses del peronismo, entre otros proyectos de ley, votarán el impuesto a la riqueza, cosa que el gobernador Juan Schiaretti no comparte, pero no le queda otro camino.

Fuentes oficiales y del mundo de las finanzas prácticamente descuentan que el acuerdo con el organismo multinacional de crédito llegará a buen puerto, aunque varían las fechas del anuncio. Voceros del FMI indican que si todo marcha bien, el nuevo pacto será oficializado en enero próximo, cuando en Estados Unidos concluya el receso por las fiestas navideñas. 

En la Casa Rosada son más optimistas: pretenden que todo esté listo para mediados de diciembre.

El objetivo argentino no es caprichoso. Un posible acuerdo con el Fondo en diciembre puede ser utilizado hasta para morigerar eventuales picos de violencia social en las fiestas navideñas y de fin de año, 

En Córdoba, el ministro de Desarrollo Social, Carlos Massei, fue optimista cuando le dijo a los SRT que la provincia está trabajando en un plan de contención y desalentó los desbordes.
Por lo pronto, Argentina hace los deberes que le piden desde el FMI: recorte a los jubilados (así hay que llamar a la nueva fórmula de cálculo de los haberes de la tercera edad), desaparición del IFE y acotamiento extremo de los aportes a empresas para pagar salarios de trabajadores. Además, hay otros puntos fundamentales: uno es el control del dólar, cosa que aún no permite respirar tranquilas a las autoridades financieras. El otro es reducir drásticamente la emisión monetaria.

En la Casa Rosada miran el acuerdo con optimismo. Aseguran que Estados Unidos –el socio mayoritario del Fondo- no abandonará a Argentina en medio del río. No por fines altruistas sino porque no quiere que el mundo el aplique el sello de “culpable”.