Pudimos ver en este segundo debate presidencial en los Estados Unidos, un espectáculo muy parecido a los debates de verdad y no una parodia como lo fue el primero.

En tren de analizar y contextualizar, debemos aclarar que en general, los debates electorales movilizan más a los convencidos y partidarios que a los independientes.

Para tratar de seducir a los votantes que aún permanecen indecisos o que pueden modificar su voto, el post debate es la herramienta fundamental, es decir, el modo de interpretar y reinterpretar todo lo que se dijeron entre los principales candidatos.

Biden se mostró más sólido y seguro cuando en el arranque comenzó a diferenciarse de su rival. Trump demostró un notable autocontrol.

Ambos entendieron perfectamente su rol y trabajaron su rutina narrativa y a medida que avanzaba el debate, comenzaron a verse algunas dificultades, sobre todo en Trump, quien pareciera sentirse más cómodo como opositor que como presidente, ya que tuvo una retórica poco honorable cuando responsabilizó al Dr. Anthony Fauci de todos los errores cometidos por su administración en el manejo de la pandemia fronteras adentro de los Estados Unidos.

Biden le habló más a los espectadores, Trump trataba de atacarlo y que cometiese algún error y más allá que hubo respuestas débiles de Biden cuando lo cuestionaron sobre la inacción en diversos temas cuando fue vicepresidente de Obama, creo que para el actual presidente fue un error no haber aprovechado este debate para marcar una verdadera diferencia, incluso, muchas de sus afirmaciones fueron luego desmentidas por diferentes medios de comunicación y otras no necesitaron llegar a ese punto, como cuando afirmó que él era la persona menos racista en la sala o cuando se comparó con Abraham Lincoln.

Aunque para mí, el verdadero ganador del debate fue el botón del silencio.

El rol de este nuevo protagonista no deberíamos soslayarlo, ya que si bien el rol de la moderadora, la corresponsal de la NBC en la Casa Blanca, Kristen Welker, fue eficiente y nunca fue intimidada, el temor de los candidatos, sobre todo en el caso de Trump, a ser silenciado fue un buen recurso y posiblemente este sea un factor a copiar en los debates electorales sucesivos, incluso, fuera de Estados Unidos.