Tras el acuerdo al que llegaron oficialistas y opositores para que entre setiembre y noviembre se celebren las Paso y los comicios legislativos generales de medio término, se define el calendario electoral sin mayores sorpresas. Aunque en política todo es posible, el consenso sobre las fechas de votación permite inferir que no habrá sorpresas.

La jugada del presidente Alberto Fernández de alentar la formación de las listas del Frente de Todos en Córdoba sin alianzas cambia el panorama, al menos hasta hoy, puesto que todas las fuerzas políticas tendrán tiempo hasta el 10 de julio para establecer coaliciones. En el horizonte no se ve a los kirchneristas/albertistas subiendo el telón para permitir un frente con el schiarettismo.

Entonces, habrá dos elecciones: una, en la que en este distrito se elegirán nueve diputados nacionales y tres senadores nacionales. La otra, entre el gobernador Juan Schiaretti y el presidente Alberto Fernández, quienes disputarán una batalla política con otras características.

Tanto el presidente como el gobernador rechazaron la alianza para medirse en las urnas: Schiaretti con Alejandra Vigo como candidata a senadora y Fernández con Carlos Caserio al frente de la nómina de aspirantes a la Cámara Alta.

La elección que se viene recuerda a la de 1993, cuando en la votación de medio término (en esa oportunidad se eligieron únicamente para diputados nacionales) el radical Nilo Neder derrotó a Schiaretti.

Sin embargo, los protagonistas no fueron Neder y el actual gobernador. Los que llevaron adelante la campaña fueron el por entonces gobernador Eduardo Angeloz y el ministro de Economía de esos años, Domingo Felipe Cavallo.

Ahora pasará algo similar  a lo de 1993. Alberto Fernández recibió hace unos días a la cúpula de quienes lo apoyan en Córdoba y les dio carta blanca para presentarse en los próximos comicios con el Frente de Todos. Tendrán todo el apoyo y el respaldo en la campaña.

En realidad, la confrontación será particular y especial porque los “dos peronismos” no pulsearán para ganar sino para llegar al segundo lugar y así asegurarse el senador por la minoría (los otros dos serán para el ganador).

Las encuestas marcan que triunfará Juntos por el Cambio por un amplio margen, a pesar de los embrollos en los que se meten los dirigentes de esa coalición. En realidad, a la victoria la asegura el propio Mauricio Macri, quien en la provincia sigue teniendo vigencia… y votos.

En esta puja peronista, Schiaretti es el que corre un gran riesgo. Esto es así porque si pierde Caserio, Alberto Fernández habrá sufrido una derrota electoral y nada más. El costo político que asumirá será menor e, incluso, si el oficialismo gana a nivel nacional, el eventual transpié en este distrito quedará en un subtítulo. Si el kirchnerismo pierde en el país, el resultado quedará también oculto o escondido entre los que no cumplieron con las expectativas.

Ahora bien, si la derrotada es Alejandra Vigo –esposa de Schiaretti–, el golpe político que sufrirá el gobernador será importante e inédito en estas dos décadas largas. Podría hacer temblar las estructuras electorales del peronismo cordobesista, después de tantos triunfos.

Se ve un claro optimismo entre los amigos del presidente para Córdoba, mientras que gana la mesura entre los schiarettistas. Sin embargo, hay elementos que permiten inferir que el oficialismo provincial tiene las mejores chances: la imagen positiva del gobernador ronda el 60 por ciento, en medio de la pandemia que golpea a todos los que tienen responsabilidades de gobierno.

Sin embargo, las urnas pueden quedar teñidas por la polarización entre kirchneristas y opositores y como acá –se insiste– la victoria será para el macrismo, hacia abajo se abren las incógnitas.

El riesgo y la preocupación de los schiarettistas porque después de esta compulsa electoral de medio término, el jefe del Ejecutivo provincial afrontará la etapa final de su mandato sin posibilidades legales de buscar su re reelección. Es decir, si se da una eventual caída en las urnas, su camino estará tapizado de enigmas. Esto porque, convengamos, la historia de la candidatura presidencial del gobernador es, hoy por hoy, una formidable bomba de humo sin anclaje en la realidad.