El ex presidente Mauricio Macri está chamuscado, de eso no hay dudas. Y la última llamarada que lo rozó fue el viaje a Suiza con cuarentena previa en la magnífica París. En fin, cada uno hace con su plata lo que quiere y puede. 

Debería analizarse posiblemente si éste es el momento adecuado para acometer semejante periplo, especialmente si el viajero fue presidente de la República, con “alguna” cuotaparte de responsabilidad de lo que pasó en el país, exceptuando la pandemia claro está. Al ex presidente de Boca se lo podría acusar de un sinnúmero de cosas, menos de eso, obviamente.
Mientras espera sus compromisos con Fifa –tiene un cargo allí- en Suiza, el ex presidente habla mucho por teléfono con sus amigos en Argentina y gasta varias horas del día comunicándose a través de whatsapp.

En alguna conversación, se refirió concretamente a las posibilidades de ser candidato legislativo por la provincia de Córdoba. Su respuesta fue novedosa, porque no sólo no descartó la chance, sino que la alentó.

Hace unas semanas, algunos lenguaraces del PRO dijeron que el ex presidente podría ser candidato a senador por Córdoba. En esta ronda de contactos, Macri corrigió al difusor y dio a entender que le encantaría ser candidato en cualquier parte, esto es a senador o a diputado.
En el PRO aplauden como una focas a su líder por la decisión adoptada y porque para eso tendrán al jefe instalado en Córdoba varios meses, cosa que les serviría muchísimo para estabilizar un partido minúsculo, con total falta de liderazgos y que, fiel a su historia, si se juntan cuatro a tomar un café, seguro que crece una feroz interna. Para las chicas y los chicos del PRO, pelearse es un estilo de vida.

Lo que hay que ver con detenimiento es cómo responderá el desvencijado radicalismo, cuyos dirigentes están haciendo muy poquito para convertirse en alternativa de poder.
Las candidaturas y las programas de gobierno no se hacen de la noche a la mañana. Los radicales, convertidos en los últimos años en una hoguera de vanidades,  ¿volverán a agachar la cabeza y subordinarse ante un partido con el que mantiene una sociedad sólo unida por intereses personales?.

Hoy, no parece ser el camino teniendo en cuenta las desavenencias internas y la falta de acuerdos básicos para encarar el futuro y la reconciliación con la sociedad.

Este Macri, convengamos, no es el de 2015, pero aun así, en Córdoba mantiene una imagen muy importante que lo llevaría a ganar la elección, cosa que seguramente pondría en severos aprietos al gobernador Juan Schiaretti y al kirchnerismo vernáculo, casi siempre incapaz de crecer por aciertos propios.

Casi como en el final de la conversación que mantuvo con hombres de Córdoba, el ex presidente soltó como al paso su disgusto con Schiaretti: dijo no sabía como los diputados de “el Gringo” -textuales palabras- le dan primero el quórum y luego los votos del justicialismo provincial a los proyectos que envía el gobierno del presidente Alberto Fernández. Así son las cosas.