Por: Flavia Tello Sánchez *

La experiencia basada en la gestión de otros brotes epidémicos como el SARS, el ébola o el sarampión constata que existen impactos diferenciados tanto como resultado de las enfermedades como de las decisiones públicas y económicas alrededor de las mismas, los cuales repercuten de forma especialmente negativa en la vida de mujeres como en aquellos sectores tradicionalmente excluidos de las prioridades del sector salud y la economía.

Si bien no hay pruebas concluyentes aún, se estima que el índice de mortalidad frente a esta epidemia es mayor en el caso de los hombres, sugiriendo diferencias inmunológicas basadas en el sexo (como la propensión a las patologías cardiovasculares) así como la prevalencia del tabaquismo. No obstante, se estima al mismo tiempo que las mujeres, como consecuencia de los roles y mandatos de género, están mayormente expuestas al contagio y a la propagación de la epidemia ya que están atendiendo la pandemia en primera línea. En América Latina y el Caribe las mujeres representan el 80% del personal de enfermería, son la mayoría entre el personal de geriatría y son también quienes están asumiendo mayoritariamente el trabajo de cuidado frente a las medidas de cuarentena y aislamiento.

Si ya nos advertían de la inevitable crisis del cuidado, y reconociendo que las mujeres dedican en promedio 3,2 veces más tiempo que los hombres a la prestación de cuidados no remunerada, las medidas de contención del brote implementadas -aunque estrictamente necesarias- no hacen más que profundizar estas desigualdades, ya que a la carga de cuidado habitual se suman ahora el seguimiento a la educación a distancia de niños y niñas, el cuidado de las personas mayores y las enfermas. Para aquellas mujeres que tengan que cumplir con sus obligaciones profesionales mediante el teletrabajo deberán hacer –ahora más que nunca- malabares para conciliar.

Este llamado mundial a “Quédate en casa”debe ir acompañado de medidas que visibilicen los impactos diferenciados de mujeres. Más aún respecto a cuestiones vitales como la propia seguridad. Sabemos que el hogar puede llegar a ser el lugar más inseguro para las mujeres, por lo que este confinamiento junto a agresores supone un alto riesgo para numerosas mujeres, niños y niñas. Mientras dure el aislamiento y cuarentena resulta imprescindible salvar la vida de las mujeres expuestas a convivir 24/7 con sus agresores, haciéndose necesaria la incorporación de medidas alternativas de prevención, atención y auxilio, incluyendo servicios telemáticos y oportunamente adaptados para mujeres con discapacidad (especialmente sordas y ciegas), así como casas de acogida y refugio para aquellas mujeres y sus hijos e hijas sin hogar o en situación de riesgo, y medidas específicas para mujeres refugiadas y víctimas de trata.

Del mismo modo, el aislamiento podría ser una oportunidad para promover campañas de corresponsabilidad en las tareas de cuidado y mayor equilibrio y respeto en las relaciones de género.

Por otro lado, en tiempos en que se cierran los comercios, se prescinde del servicio doméstico y las pequeñas y medianas empresas despiden personal ante la incapacidad de sostener sus negocios, las mujeres vuelven a ser las principales afectadas, ya que sus empleos suelen ser precarios, temporales, con jornadas parciales y en gran medida sin contribuciones sociales. Si bien los hombres también se verán afectados en este mismo sentido, en el caso de las mujeres la pérdida de autonomía económica se vincula directamente a una mayor vulnerabilidad frente a situaciones de dependencia, violencia, discriminación y exclusión en múltiples niveles por razones de género.

Frente a una pandemia que nos afecta a todos y todas, resulta importante resaltar la baja representación de las mujeres en el manejo de la crisis, reflejando un continuum de ausencias en el ejercicio del poder. Si ya hablábamos de la sobrerrepresentación de las mujeres entre el personal de enfermería, y aun siendo la mitad de los profesionales médicos, llama la atención que sólo el 22,9% de los ministerios de salud de la región están dirigidos por mujeres, mientras que en Buenos Aires, por ejemplo, las mujeres solo ocupan el25% de las direcciones ejecutivas en las instituciones hospitalarias.

Se ha demostrado que en la medida en que las mujeres tienen una menor participación en la toma de decisiones en torno a los brotes, sus necesidades específicas e intereses estratégicos suelen ser desplazados al margen de las agendas lo que, no solo repercute en soluciones sesgadas y excluyentes, sino que además se desperdicia la oportunidad de enriquecer tanto las perspectivas como la eficacia y la sostenibilidad de las políticas.

Ante esta preocupación, las instituciones que conforman el TaskForce Interamericano sobre Liderazgo de las Mujeresestamos haciendo un llamado a los países para que aseguren una participación igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones frente a la crisis del COVID-19.

Con seguridad, y como tantas veces lo han hecho, las mujeres cuidarán y velarán por el bienestar de los suyos y sus comunidades, pero necesitamos que se deje de pensar en las mujeres como un recurso social sin costo, subestimadas políticamente o con derechos secuestrados mediante una ciudadanía mediada por otros.

* Coordinadora del TaskForce Interamericano sobre Liderazgo de las Mujeres