Daniel Defoe se basó en un hecho real, pero le agregó detalles que hicieron famosa a la novela llevada al cine más de una vez, inclusive por el gran Luis Buñuel en cuya obra Robinson es un actor irlandés y Viernes, un mexicano…

En uno de sus viajes, el personaje se embarca hacia Guinea en busca de esclavos. El buque naufraga ante las bocas del río Orinoco, y Robinson queda solo en una isla.

Con el tiempo va construyendo tesonera y solitariame te refugios, instrumentos y barcas hasta que un día 

Un día memorable, ve una huella de un pie en la arena y salva a una víctima de caer en las garras de nativos tan caníbales como al que llamó “Viernes”. Robinson duda entre tomarlo como criado o como "el compa¬ñero y ayudante que necesitaba", pero fiel a los valores de la alta clase social a la que pertenece, hace de Viernes un esclavo, aunque lo trate con cariño: después de todo el había zarpado en busca precisamente de esclavos.

Este lejano antecedente del “self made man” no parece serlo tanto puesto que necesita quien lo ayude…a cambio de nada, gracias.

Esta novela refleja muy bien una época en la cual  ya no se idealiza la realidad y desparecen el amor a la Patria, la mujer soñada, y el espíritu caballeresco. 

Y es entonces que aparecen otros valores propios de la sociedad burguesa, que bien pueden sintetizarse en dos: el apego al bienestar y al dinero y  el agradecimiento demostrado con cheques o con dones pecuniarios.

En “Contribución a la crítica de la economía política” Carlos Marx asegura que las “robinsonadas” no elogian el retorno a una vida primitiva, sino que “anticipan más bien la sociedad burguesa que se preparaba en el siglo XVI y que en el siglo XVIII marchaba a pasos agigantados hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia, el individuo aparece como desprendido de los lazos de la naturaleza, que en épocas anteriores de la historia hacen de él una parte integrante de un conglomerado humano determinado, delimitado”.