La mayoría de los opositores sabe que encerrarse en la postura de votar en agosto le puede terminar jugando en contra porque el argumento del Frente de Todos es postergar las Paso y las generales por los riesgos que puede traer a la población la segunda ola del Covid.

Es un tema sensible al que racionalmente cuesta negarse, aunque sea una media verdad, porque en el fondo existe un temor del oficialismo a perder esos comicios por efecto de la crisis económica que precedió y luego se profundizó durante todo el año pasado. La apuesta es esperar un rebrote que permita mirar el horizonte con mayor esperanza

El presidente Alberto Fernández siempre quiso suspender las Paso, incluso arrancarlas de cuajo de nuestro ordenamiento legal, pero Máximo Kirchner le puso freno con el respaldo de Cristina Fernández detrás.

Los gobernadores peronistas siempre jugaron sus fichas del lado del paño del presidente, incluido Juan Schiaretti, quien en este punto sí lo apoyo de manera expresa y sin condicionamientos.

Máximo Kirchner quiere ser gobernador de Buenos Aires en 2023 y su oposición interna son los intendentes de la provincia. Por eso aspira a contar los votos en las Paso y en las elecciones generales de medio turno.

El jefe de bloque de diputados nacionales del oficialismo tiene un ejército político detrás: La Cámpora, cuyos dirigentes ya dejaron de ser los pibes irreverentes que querían llevarse el mundo por delante. Hoy son dirigentes de mediana edad, y en muchísimos casos con responsabilidades en cargos ejecutivos.

En ese esquema, y acompañando a Máximo, el jefe del ejecutivo bonaerense, Axel Kicillof, firmó del decreto que llama a votar para las Paso el primer domingo de agosto en su distrito, aunque aclaró que esa convocatoria puede cambiar si existe una disposición nacional que tenga otra fecha.

Al cabo de varias llamadas privadas y de algunas reuniones tanto públicas como reservadas entre oficialistas y opositores, hay que subrayar la del jueves 8 de abril, cuando se sentaron las bases de un eventual acuerdo con el ya conocido cronograma que tiene al 12 de setiembre y al 14 de noviembre como vértices fundamentales.

Voceros de Juntos por el Cambio admiten que el planteo es razonable y que cuesta rechazarlo, a pesar de que los sectores ultra de la coalición opositora–encarnados en Mauricio Macri o Patricia Bullrich- lo rechacen sistemáticamente.

Quienes se oponen aducen la realización de actos electorales realizados en diferentes puntos del mundo sin que se hayan registrado aumento de casos de Covid. Ponen como ejemplo los comicios para elegir intendente en la ciudad de Río Cuarto y también una puja electoral en Chile.

De todos modos, en pleno pico de la segunda hora para agosto como se vaticina, no es una idea alocada frenar el acelerador y postergar 30 días la contienda. No pasa nada.

Fuentes schiarettistas abonan esta posición y reconocen que en ambas elecciones el peronismo sufrirá un duro revés en las urnas. Por más que hagan fila para declarar que las encuestas siempre se equivocan, en los principales despachos se apilan los sondeos que, en promedio, le dan más del 50 por ciento de los sufragios.

Aparentemente, las cifras no cambiarán demasiado y la diferencia puede ser hasta grosera con el segundo, si se confirma que el peronismo irá separado. Esos tironeos recuerdan al papelón radical de 2019, cuando Mario Negri y Ramón Mestre dinamitaron todos los puentes del diálogo y fueron derrotados por escándalo.

De todas maneras, y más allá del análisis local, esta es la primera vez desde que se empezó a hablar del cronograma electoral que se visualiza una luz al final del túnel. Es la primera vez que no hay gritos mediáticos que clausuren los diálogos. Es la primera vez que se escuchó la palabra consenso.

En Argentina todo puede variar, pero aparentemente habría algunos elementos que permiten inferir que el consenso no está lejos, lo que no quiere decir que esté a la vuelta de la esquina.