Las causas del conflicto palestino-israelí son en alguna medida conocidas por todos. Hay que remontarse a comienzos del Siglo XX para rastrear el comienzo moderno de las luchas entre ambos. Sin embargo, uno puede remontarse siglos o incluso milenios –hasta los tiempos bíblicos- para poder explicar las complejidades de por qué estos pueblos se disputan de manera tan encarnizada un pedazo de tierra ubicado en Medio Oriente.

Tras el establecimiento efectivo del Estado de Israel en 1948, se produjeron distintos acontecimientos clave, entre ellos: la guerra de los Seis Días (1967), la Primera Intifada (1987-1993), los Acuerdos de Oslo (1993), la Segunda Intifada (2000-2006). En 2009, 2012 y 2014 hubo guerras en Gaza que resultaron en miles de muertos. Entre medio, se suceden enfrentamientos y escaramuzas constantes entre las fuerzas israelíes y los palestinos. Desde 2017 que no había una escalada de violencia y tensión de este calibre en la región.

Una particularidad de los acontecimientos de estos días es la participación de la sociedad civil, quizás, como pocas veces anteriormente. En un contexto mundial donde los nacionalismos se encuentran cada día más exacerbados, no es casual que esto también suceda en una de las zonas del planeta donde la cuestión nacional, religiosa, étnica y cultural reviste mayor importancia para sus habitantes.

Tanto para los palestinos como para los israelíes, eso desempeña un rol fundamental a la hora de pensar sus respectivas políticas internas. El Premier israelí Benjamin Netanyahu se encuentra en una encrucijada. Más allá del éxito de su campaña de vacunación, Israel lleva celebradas cuatro elecciones en dos años, ya que Netanyahu no logra los apoyos necesarios para formar gobierno.

A su vez, en Palestina existe una interna entre Hamas, la organización política-militar que actualmente gobierna la Franja de Gaza, y Al-Fatah, su opositor, liderada por Mahmoud Abbas, a cargo de la Autoridad Palestina. En 2007, Hamas expulsó a Fatah de Gaza, y desde entonces no han podido ponerse de acuerdo respecto de cuál es el camino a seguir para Palestina. En 2014 firmaron un acuerdo para un gobierno de unidad pero fracasó. En 2017 ambos suscribieron el Pacto de reconciliación palestina en El Cairo, pero, por ahora, la disputa entre las dos principales organizaciones palestinas continúa.

Hamas tiene una postura mucho más dura respecto de Israel, siendo su principal aliado internacional Irán, mientras que Fatah es más proclive a negociar y llegar a acuerdos. Habían acordado elecciones para otoño del 2020 pero fueron “prorrogadas indefinidamente” por Abbas. Cada vez que hay una escalada de violencia, Hamas aumenta su popularidad, ya que ha logrado mostrarse como el “garante de la resistencia”.

Más allá de las distintas facciones en pugna, los civiles, esta vez, son protagonistas insoslayables. Quienes organizan los levantamientos en el este de Jerusalén, por ahora, ven a Hamas como un aliado. Todos los dirigentes aprovechan la tensión y la violencia, de alguna forma, para llevar agua a su molino. No obstante, no se puede hablar de ninguna manera de un “conflicto inventado”, ya que las causas, amén de existir, son muy profundas. El equilibrio de poder puede estar cambiando a medida que la sociedad se involucra más y más.

Todo indica que podemos estar ante una nueva “guerra de Gaza” como las mencionadas anteriormente. En el medio, las principales víctimas son los civiles, pero esta vez, también sus protagonistas. Estará por verse cómo repercute esto políticamente en el futuro tanto de Israel como de Palestina, y en un conflicto de muy difícil resolución a mediano plazo.