En Córdoba estamos viviendo una transición. Hablamos de “nueva normalidad”, hablamos de “flexibilizaciones”, hablamos de “apertura”, hablamos de “fase 4” y hasta de “fase 5”. No hablamos de haber ganado, pero si sentimos que hemos comenzado en los últimos días una nueva etapa. Si claro, nos entusiasma, nos desafía y seguro nos genera nuevos miedos el escenario que viene.

Es que un agente microscópico tan infeccioso como el coronavirus, que apareció aisladamente en un lugar tan lejano como China (reconozcamos que alguna vez nos ilusionamos con que nunca llegaría…) vino al mundo a gobernarnos. Y demostró, con rápida expansión, que pudo derrocar a cuantos hábitos, costumbres y cotidianidad creíamos tener controladas.

Depuso todos los planes del mundo todo. Se encargó, de facto y sin preguntarnos, de aniquilar todos los programas y diseños de los Estados. Y no distinguió ni raza ni color. Pero, lo peor, nos metió miedo e incertidumbre, nos hizo replantear mil cosas, nos obligó a encerrarnos en nuestras casas, nos dejó sin comercios, sin deportes, sin escuelas y universidades, sin viajes, sin visitas, sin reuniones, sin boliches, sin bailes, sin teatro, sin nada, sin todo…

Y nos agarró en un mundo en el que suponíamos tener todo o casi todo controlado. Y nos hizo daño, no solo a la salud, sino a las economías y a la vida en sociedad. Y nos hizo creer que nos podía ganar la batalla. Pero… error, no estamos ni cerca de perderla.

La llegada del coronavirus al mundo nos está redefiniendo demasiado como pueblos y sociedades. Podríamos analizarlo desde la significancia geopolítica, pues nos puso a todos los países en la misma bolsa, pero yendo al llano, nos está dejando un “entregable” cada vez más poderoso con el que deberemos tomar las riendas en esta pelea, para sacar de a poco al coronavirus del centro de la escena de nuestras vidas. Y depende mucho de la responsabilidad social y colectiva, ya no del Estado, el COE, los ministros o los propios profesionales de la salud, únicamente.

Aprendimos rápidamente a lavarnos las manos más y mejor. Incorporamos hábitos de higiene de todo tipo. Incrementamos nuevas costumbres como el uso del barbijo o tapaboca y el distanciamiento social. Supimos aguantar una eternidad para que llegaran los tan buenos resultados del descenso de contagios que se viene registrando (en Córdoba) en los últimos días. Llegamos, con todo esto, hasta a ver con rareza el mundo en el que vivíamos. ¿No nos resulta raro pensar en eventos masivos tal como lo hacíamos con anterioridad? ¿No nos resulta poco apropiado el tan generalizado hábito de acostarse sobre la cama con la ropa que llegamos de la calle? ¿No nos sentimos culpables cuando admitimos haber comido sin antes lavarnos las manos?

En fin, estoy convencido que el éxito sanitario de un pueblo frente a una pandemia no se logra solo teniendo a la gente encerrada en sus casas. Es que el humor social, que se ha molestado mucho en los últimos días, lo demuestra: la gente está cansada. Y, aunque no debe ser el único parámetro ni primar sobre las decisiones sanitarias, es una señal, un claro llamado de atención de que, mientras se achata la curva de contagios, ya es tiempo de preparar a la ciudadanía definitivamente hacia la “nueva normalidad”.

La batalla no se gana con unos pocos mandos altos. Se gana con toda una ciudadanía, capaz de “hacer los deberes” y demostrar estar a la altura de las circunstancias. Se gana en equipo, todos juntos y cumpliendo al máximo con la responsabilidad de cuidarnos y cuidar al otro. Siendo sinceros, precavidos, higiénicos y empáticos. Cumpliendo con responsabilidad individual y social para desandar el camino que viene.

Hay que poner fin al absolutismo de este virus que nos logró enceguecer, hasta no dejarnos ver otras cosas a nuestro alrededor, y poder así vivir mejor, mientras lo erradiquemos o consigamos la tan esperada vacuna. Mientras, no estará mal que lo hagamos con el mayor compromiso para acompañarnos todos juntos esta salida hacia la “nueva normalidad”.

Si debieramos "firmar" un acuerdo ideal para encarar lo que viene, debería basarse en el ejercicio de la responsabilidad y al trabajo de todos en esta pelea. Al documento yo lo llamaría La Hora del Pueblo y sin dudas, le pongo mi firma.