La victoria de Llamosas sin lugar a dudas se constituyó en una de las pocas noticias positivas que el oficialismo ha recibido en los últimos meses. Y cuando digo oficialismo, no me refiero solo al provincial, sino también al nacional. El dato que mejor lo ilustra es el nivel político de los que arribaron de Buenos Aires para festejar en la capital alterna de Córdoba.

Quienes han seguido el desarrollo de la campaña en Rio Cuarto insisten en que nunca estuvo en serio riesgo la continuidad del actual intendente, pero estos no son tiempos normales, por el contrario, lo excepcional se ha hecho presente en más oportunidades que lo esperado.

Votar como se votó hoy, no se había hecho nunca, en medio de la pandemia más feroz que recuerden aquellos que peinan canas y tienen muchas elecciones encima.

Y en ese marco insoslayable, distinto, impredecible, Llamosas revalidó títulos. Y ese es el primer dato que hay que tener en cuenta. Más allá o más acá de lo que pudiese haber hecho como  intendente en los tres primeros años de gestión, los vecinos lo iban a juzgar por cómo había enfrentado la pandemia como jefe político de la ciudad.

Los resultados indican que, pese a todo, superó la prueba y seguirá gobernando otros cuatro años.

A diferencia de lo ocurrido con otros oficialismos en las escasas elecciones que este extraño y convulsionado 2020 nos ha mostrado, el peronismo riocuartense pudo aguantar el embate final, no solo de sus adversarios políticos, sino también de una situación sanitaria muy crítica que en algún momento puso a la ciudad al borde del colapso.

Párrafo aparte y para no dejar de lado fácilmente. El peronismo fue unido en sus distintas corrientes, replicando lo hecho a nivel nacional un año atrás y tal vez anticipando el camino para las elecciones provinciales de medio término del año próximo.

El otro dato insoslayable lo constituyó la escasa participación electoral. Fue la más baja desde la recuperación democrática. Sólo 1 de cada 2 ciudadanos en condiciones de votar fueron hoy a las urnas.

Un calificado consultor y una fuente política de primer nivel coincidieron en que además de la pandemia, hay elementos de la realidad política que incidieron en que se construyese aquel escenario.

Son los opositores, sobre todo aquellos con mayores posibilidades de alcanzar la victoria, los que deben movilizar al electorado. Es a la oposición, cuando no va tan desperdigada como lo hizo en Río Cuarto, a la que le debe importar que la gente vaya, vote y cambie.

Evidentemente la polea de transmisión entre estas fuerzas y la voluntad ciudadana se interrumpió, no fue debidamente interpretada, no concitó empatía o sencillamente no eran la alternativa para los tiempos por venir.

El oficialismo aprovechó esa apatía, con lo que tenía le alcanzó, mostró que la unidad de sus corrientes volvió a ser sinónimo de triunfo y rompió la racha de derrotas que alcanzó a aquellos que por el mundo detentaban el poder y que este año, pandemia mediante, vieron como se les escurría entre los dedos.