En todas las contiendas electorales existen vencedores y vencidos por más que los dirigentes políticos siempre saquen cuentas alegres. Las recientes elecciones primarias tienen como francos ganadores a Gabriel Boric y a Sebastián Sichel, así como dieron ganador al pacto de izquierda “Apruebo Dignidad” por sobre la coalición Chile Vamos de la centro derecha. Esto es lo que dicen las cifras, además de constatar otra vez que el número de los que no votaron cuentan con una mayoría abrumadora. Cada referente electoral superó el millón de votos, pero el número de los que se abstuvieron fue de más de 10 millones de eventuales sufragantes.

En los números, esta primaria nos deja un enorme interrogante respecto de cuántos serán los ciudadanos simpatizantes de los partidos de la ex Concertación y Nueva Mayoría que no participaron en este evento electoral, pero que mantienen al menos dos precandidatos presidenciales y tienen que despejar si la Democracia Cristiana proclamará en definitiva a la senadora Yasna Provoste, altamente cotizada por los últimos sondeos de opinión pública. Parece muy improbable que socialistas y falangistas, los partidos de Salvador Allende y de Eduardo Frei, dejen de competir en noviembre por llegar a La Moneda. También tendrá que definirse si la extrema derecha, el Partido Republicano, resuelve postular a su máximo líder José Antonio Kast.

Enorme mérito tiene el diputado Boric al haberse impuesto sobre el alcalde comunista Daniel Jadue, pero desde la última elección de consejeros constituyentes no se sabe todavía qué resolverá el Partido del Pueblo, la más radical de las expresiones de izquierda que obtuvo una magnífica votación en su estreno como agrupación política. Con todo, el triunfo de Boric consolida la opción política de los jóvenes (35 años), así como la de Sichel la de los independientes. Al menos parece ser el triunfo de las nuevas generaciones y de los que se resisten a militar.

No hay duda de que entre los especialmente derrotados están los partidos oficialistas, especialmente la UDI y Renovación Nacional. Los resultados también nos señalan un apoyo más discreto de lo que se creía que tenía el Partido Comunista. Terrible derrota por tercera vez de Joaquín Lavín, el favorito de las erróneas y manipuladas encuestas, aunque el principal vencido es el propio Sebastián Piñera, con quien a esta altura nadie quiere sentirse vinculado y que posiblemente reciba ahora todos los fuegos desde sus propios referentes oficialistas.

El principal vencido es el propio Sebastián Piñera, con quien a esta altura nadie quiere sentirse vinculado y que posiblemente reciba ahora todos los fuegos desde sus propios referentes oficialistas.

Los próximos meses serán muy intensos. A los partidos tradicionales que conformaron los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet se les hace casi obligación superar sus diferencias y arribar juntos a una alternativa presidencial. De lo contrario, tendrán que disponerse a morir y a perder toda opción de garantizarles a sus militantes alguna cuota de poder en La Moneda, y conformarse con las municipalidades y gobernaciones en cuyas recientes elecciones obtuvieron rendimientos satisfactorios.

De lo que no hay dudas es que la clase empresarial debe haber quedado muy satisfecha con la votación de Sebastián Sichel por sobre sus tres contrincantes de la derecha partidista. Él es reconocido como uno de los suyos, aunque insista en su total independencia. Es, además, un secreto a voces que la clase uniformada también quedó más tranquila con el rendimiento de los comunistas.

Un factor muy determinante de lo que acontezca a fin de año será el desempeño de la Convención Constitucional, donde las aguas no están muy calmas y las recientes primarias podrían incorporar más turbulencia en las relaciones políticas. Para todos sigue pendiente sembrar confianza en esos millones de ciudadanos renuentes a votar, aunque habrá que resignarse a que la mayoría de los chilenos renuncie a su responsabilidad cívica. No se descarta que por fin se imponga nuevamente el voto obligatorio, aunque sea para que el país recupere su credibilidad democrática, cuando en todo el continente la concurrencia a las urnas es sólida y entusiasta y cada elección se constituye efectivamente como una fiesta republicana.

* Periodista y profesor universitario chileno.