A falta de 15 meses para la elección de gobernador que se haría en mayo del año que viene, el gobernador Juan Schiaretti está literalmente en campaña y avanza en el último tramo de su administración priorizando lo que es su bandera: la obra pública.

El gobernador se ha convertido en el primer militante del intendente Martín Llaryora, a quien ya bendijo como candidato a gobernador por el peronismo. Eso es un caso cerrado y en principio no hay ninguna posibilidad de sorpresas.

Schiaretti tiene dos objetivos: que gane Llaryora y que pierda el senador nacional de Juntos por el Cambio, Luis Juez, a quien imagina como el principal candidato de la oposición.

Se aprovecha el caudillo peronista de todas las vacilaciones de sus opositores e invade territorio radical. No fue gratuito cuando en los últimos días llegó a la ciudad de Juárez Celman con la primera línea de su entorno para realizar una importante aporte de 500 millones de pesos en obra pública. Ese lugar es gobernador por la radical Myrian Prunotto, desencantada con su partido y con Juntos por el Cambio, al cabo de largos años de militancia en el mestrismo.

Y el jefe del Ejecutivo provincial seguirá avanzando en municipios gobernados por dirigentes de signos políticos diferentes al suyo. Repetirá la estrategia de seducción para ampliar la base de sustentación de Llaryora.

La única incógnita en el peronismo es saber quién será el o la candidata a vicegobernador de la fórmula que encabezará el intendente de la ciudad de Córdoba. Un dato importante pero que resulta complementario. En este último tramo de gestión, Schiaretti supo reponerse de la trompada que recibió en las urnas de la elección legislativa y está en el centro de la escena.

Fue y es la voz cantante para reclamar equidad en los subsidios al transporte, aunque levantó el pie del acelerador sobre los privilegios de Caba, ya que mantiene un excelente vínculo con el jefe de Gobierno porteño, quien hace un año y medio lo había invitado a explorar una fórmula conjunta para presentarse en las presidenciales de 2023. El cordobés agradeció el convite para ser el número dos del porteño, pero finalmente lo rechazó.

Schiaretti también avanza en los vínculos con opositores en todo el país, Recibió al gobernador Gerardo Morales, con quien habló casi exclusivamente de los subsidios al transporte. Una foto que en el peronismo nacional molesta.

Unidos o dominados

En la otra vereda, Juntos por el Cambio no logra acomodar las cargas a pesar de los sanos intentos de algunos de sus integrantes. El lunes 21 de febrero habrá una nueva jugada tendiente a mostrar cohesión: será presentada formalmente la mesa de unidad de Juntos por el Cambio, a la que algunos representantes de la fuerza –especialmente del PRO- no la toman muy en serio.

Algunos referentes quieren apurar el paso y consideran que las candidaturas deben estar resueltas a más tardar en julio próximo, para que la fórmula provincial pueda trabajar con tiempo y frenar la avanzada peronista que es constante. Ellos no le temen al desgaste.

Pero los egos, las desconfianzas y la falta de generosidad parecen ser una constante en la agrupación opositora, lo cual no da buenas señales a la cohesión y a la unidad que se busca, aunque por lo que se ve, por ahora hay que hablar de la unidad que se declama.

El ala ultramacrista del PRO habla de “cambiar para que nada cambie” cuando se refiere a la presentación del lunes 21. En paralelo, se muestran cada vez con menos disimulo y procuran ser tenidos en cuenta por Schiaretti para engrosar las listas del oficialismo provincial.

Juntos por el Cambio deberá dilucidar sus candidatos entre Juez y el diputado nacional Rodrigo de Loredo, esa es la incógnita o el problema a resolver. Los peronistas piensan que el escenario más complicado para Llaryora es que Juez lidere la fórmula y De Loredo lo escolte.

Esa es una de las alternativas, pero un amplio sector del radicalismo se resiste a ser comandados por Juez en una boleta electoral. E insisten para que el hombre sea De Loredo. Esa es una discusión que el peronismo tratará de alentar. La teoría del río revuelto está más viva que nunca.