Ese es el tiempo que resta para que EEUU decida entre la continuidad de Trump o el regreso de los Demócratas a la Casa Blanca a solo 4 años de haber sido desplazados de allí por el actual presidente.

Y el tiempo le resultará infinito a Joe Biden,  porque siente que el triunfo está muy cerca y teme que algún factor extraordinario pueda cambiar el probable curso de la historia.

En cambio, para Donal Trump, los días parecen ser escasos para revertir una historia que por ahora se muestra como una cuesta muy difícil de subir y coronar con éxito.

El republicano, un eterno optimista, debe estar preguntándose cada vez con mayor asiduidad, si será puesto en el sitial que ocupan Gerald Ford, Jimmy Carter y George Bush padre, de ser los únicos mandatarios en los últimos 90 años en no ser elegidos por un nuevo período presidencial.

Los últimos días de campaña no serán distintos a los tramos finales de las carreras electorales anteriores. Los distritos que los candidatos visitarán son aquellos llamados estados bisagra, que tienen la llave para conseguir los tan anhelados 270 electores, el número mágico para ser ungido jefe de estado.

Trump hará campaña en esos estados a su manera. Con actos que espera atraigan multitudes, y sin respeto por las más elementales reglas de la salud en tiempos de pandemia. La paradoja puede resultar que este tema termine convirtiéndose finalmente en el  talón de Aquiles del presidente y le entregue la victoria al candidato demócrata.

El republicano machacará en esos distritos con los argumentos que lo llevaron al triunfo 4 años atrás y que hasta los primeros meses del 2020 daban por descontada su reelección. Luego, ya se sabe, irrumpió la pandemia, la política gubernamental fue errática (para decirlo con términos educados y publicables), la economía se desplomó y las virtudes presidenciales se esmerilaron y los reflectores iluminaron a pleno los defectos, limitaciones , errores y  horrores cometidos. De allí al desbarranque hubo un paso. Trump lo dio y hoy está donde está. Más cerca de irse que de quedarse 4 años más.

Biden, por su parte, también hará campaña en esos estados y también la hará a su manera y tal como la fue desarrollando hasta ahora. Sin grandes concentraciones, mucho más limitada y apuntando fuertemente a un aspecto central y a otros periféricos.

Lo central es que su objetivo será unir nuevamente al país, desunido hasta grado extremo por 4 años en los  que lo que primó no fue la convivencia y el respeto por el otro, sino la agudización de tensiones internas ya existentes pero tironeadas hasta límites inauditos.

Los aspectos periféricos (recuperación de la economía, atención de la salud, mejoramiento de posibilidades para las mayorías) tendrá que venir a medida que se va construyéndose  el objetivo central.

Esa es la línea que el candidato demócrata siguió hasta hoy. Le ha ido bien . Está cerca de lo que siempre buscó. Si no aparece un imprevisto extraordinario, ¿por qué cambiar ahora?

Solo pocos días nos separan de saber cual de las dos estrategias políticas fue la correcta. Pero la historia enseña también que nadie tiene garantizado el éxito y que la derrota puede mutar rápidamente de escenario.