Salió hace poco un muy festejado anuncio que se centra sobre “las coincidencias”, ese afán cabulístico tan argento, de buscar los más ridículos presagios e indicios de que podremos ser nuevamente campeones porque cosas que pasaron en el 86, están ocurriendo de nuevo.

Un detalle no menor: los guionistas han tenido el tino de buscar coincidencias con el ’86, que no se mancha ni con “la mano de Dios”, por muchos motivos, incluido nuestro amor incondicional a Diego. El mundial del ’78 carga con el justo estigma de los milicos y con alguna sospecha sobre el 6 a 0 a Perú y sobre el fenomenal rendimiento físico de los nuestros en el alargue de la final.

A mí, siempre contreras, se me vino una coincidencia con el del '78.

El 25 de junio de 1978 yo llevaba 19 días como colimba: era el conscripto clase 59 matrícula de revista 254.421. Vaya a saber cómo y porqué mi memoria se obstina en retener ese número completamente intrascendente.

Ese día, domingo, era día libre para los conscriptos que estábamos siendo “entrenados”. Poca gente en las instalaciones del BIM 3 de la Plata, todos pendientes de la gran final. 

Mucho tiempo después me enteraría, se enteraría el país, de que allí, además de recibir a los futuros infantes de marina, desde fines de 1975 y durante los primeros años de la última dictadura (o sea, mientras yo pasaba allí mis días), funcionaba un centro clandestino de detención, tortura y exterminio en el marco de las Fuerzas de Tarea N°5 (FT5) de la Armada Argentina. 

Otros centros clandestinos bajo su órbita fueron la Escuela Naval Militar Río Santiago y el Centro Incorporación y Formación de Conscriptos de Infantería de Marina (CIFIM) del Parque Pereyra, dos lugares por los que también pasé en aquellos oscuros años.

Ese día de la final, yo ya sabía lo que estaba pasando en Argentina. Claro, de modo difuso y fragmentario todavía, pero sabía de las desapariciones, de las torturas y los asesinatos. Los despidos, los sueldos de hambre y Martínez de Hoz. Menos de 2 años desde el asesinato de mi hermano Jorge.

Así que tenía sensaciones muy (pero muy) contradictorias. Cuando terminó el partido los colimbas en los puestos de guardia se sumaron a los festejos disparando al aire con sus FAL y la algarabía era fenomenal. Y, paseando por el patio, sintiendo la alegría de aquel campeonato, no podía dejar de preguntarme si con todo lo que pasaba “en este país”, había espacio para la alegría.

Los milicos habían hecho causa nacional del Mundial y se llevaban el premio mayor, Videla festejaba en River. La contradicción me paralizó y solamente me quedé llorando un rato.

No tuve que explicárselo a nadie; alguno pensó: “mirá la mantequita, como llora”, pero pasaba por emoción mundialista.

A 44 años de aquel momento, Qatar me genera muchas preguntas.

Es una monarquía absoluta que ha sido gobernada por la familia Al Thani desde hace casi dos siglos. Un país en el que sólo a Wikipedia se le puede ocurrir que hay “golpes de estado pacíficos”, como el que en 1995 puso al jeque Hamad al Thani como emir después de deponer a su propio padre, Jalifa bin Hamad al Thani. 

No habrá habido revueltas, ni muertos en las calles, pero la miseria y la desigualdad siempre matan a los que las historias oficiales invisibilizan.

Qatar además ostenta el raro privilegio de ser (por sus explotaciones de hidrocarburos) el país con mayor tasa de emisión de gases de efecto invernadero por cápita del mundo: ¡37 Toneladas por habitante y por año! Es 8 veces el promedio argentino y 5 veces el promedio mundial.

Como toda nación desértica, no tiene casi agua. Llueven apenas 80 mm al año (en nuestra semiárida Córdoba caen 700 mm anuales) y por eso, para bebida, para riego -para todo, bah…- la principal fuente de agua es desalinizar el agua de mar. 
El modo más caro ambiental y económicamente de obtener agua. Si fuera para necesidades básicas, bienvenido, pero se agregan este año las demandas de riego de los estadios, que climatizados como son, obligan al pastito a una mayor demanda de riego.

Pero lo ambiental es un detalle nimio al lado de la cuestión Derechos Humanos: Qatar es una de esas monarquías que, a lo aborrecible de cualquier monarquía, suma la degradación de cuanto derecho exista.

Empezando por los laborales, denunciados por Amnesty Internacional. Migrantes procedentes de Bangladesh, India y Nepal que trabajan en la reforma y construcción de los estadios están siendo explotados. Algunos son objeto de trabajo forzado. No pueden cambiar de trabajo, no pueden salir del país y suelen tener que esperar meses para cobrar sus salarios. Ni hablar de las condiciones inapropiadas de trabajo que condujeron a la muerte de un número no enteramente conocido de trabajadores.

Desde 2014, algunas disposiciones del Código Penal catarí permiten imponer castigos como la flagelación y la lapidación como sanciones penales. Qatar mantiene la pena de muerte aunque no se han producido ejecuciones estatales en Catar desde 2003.
En Qatar la homosexualidad es ilegal, y lo es tanto que puede ser castigada con la muerte.

Las restricciones son tales, que el gobierno acaba de lanzar un “Código de Vestimenta” para los y, fundamentalmente, las visitantes.

Si me tenés que sugerir cómo vestirme creo que estamos en problemas. Imagen: tudn.com
Si me tenés que sugerir cómo vestirme creo que estamos en problemas. Imagen: tudn.com

Esto es sólo el emergente de un sistema en el que las mujeres siguen siendo discriminadas en la ley y en la práctica. En virtud del sistema de tutela masculina, continúan ligadas a su tutor varón, habitualmente su padre o un hermano, abuelo o tío o, en caso de estar casadas, su esposo. 

Además, se les sigue exigiendo el permiso de su tutor para tomar decisiones vitales clave como casarse, estudiar en el extranjero con becas públicas, trabajar en muchos puestos del gobierno, viajar al extranjero hasta cierta edad y recibir algunos servicios de salud reproductiva.
La legislación de familia dificulta a las mujeres el divorcio; las que lo consiguen no pueden ejercer la tutela de sus hijos e hijas.

Las autoridades siguen restringiendo la libertad de expresión mediante la aplicación de legislación abusiva para silenciar las voces críticas.

​Uf, un breve resumen.

Por eso, a la hora de las coincidencias, a mi me viene a la memoria esa tarde de 1978 y la pregunta: con todo lo que pasa en ese país ¿habrá espacio para la alegría?

Sé que sí. Sé que millones y millones de personas en el planeta estaremos pendiente de lo que pasa con países de los que no tenemos ni la menor referencia y que saldremos a festejar cada victoria de la celeste y blanca. Y tendremos listo el trono eterno para La Pulga si llegamos a … (no, mejor no lo digo, por cábala ¿vio?).

Pero la contradicción me persigue igual que en el primer mundial que ganamos. A la hora de buscar coincidencias, cualquier bondi me lleva.

P.D.: La idea de este artículo me fue sugerida en mi participación en “Caravana Qatar”, el espacio radial de la 102.3 que nos hace calentar motores para el próximo Mundial.