Esta semana Apple presentó el iPhone 12 y más allá de su correspondiente actualización anual, sus cuatro versiones y su conectividad 5G, cada nueva generación del smartphone de la manzanita nos recuerda cómo era nuestra relación con la tecnología y con la internet antes de que Steve Jobs presentara aquella “lejana” primera versión en 2007.

Usábamos teléfonos móviles, sí, y computadoras personales, por supuesto. Pocos años antes los celulares habían comenzado a incorporar funciones más allá de llamar y enviar SMS. De hecho ya eran casi inteligentes. Las ya desaparecidas Palm y Blackberry habían hecho muy buen trabajo en ese sentido. La conectividad y el e-mail ya estaba presentes en los móviles y Blackberry Messenger era el WhatsApp de los usuarios de esa marca mucho antes que WhatsApp existiera.

Seguramente la evolución natural de los teléfonos habría continuado incorporando  mejores pantalla y mejores teclados físicos. Pero no, en 2007 se produjo uno de esos eventos que modifican la trayectoria de la historia y lo provocó un equipo con una pantalla de apenas 3,5 pulgadas, prácticamente la mitad del tamaño estándar de hoy.

Sin embargo la revolución que produjo el iPhone no se circunscribe solo al hecho de popularizar la pantalla táctil (que por cierto ya existía) o al de reemplazar el teclado QWERTY por un solo botón redondo en el frente. Buena parte del shock que produjo está vinculada con aquello que trajo consigo: la tienda de aplicaciones.

Esos desarrollos de software que hoy conocemos como apps modificaron radicalmente nuestra relación con los dispositivos en general y la web en particular.

Quienes ya habían vivido unos años para comienzos de este siglo habrán escuchado y repetido la frase “entrá a internet y fíjate en…”, porque así era entonces nuestra relación con ese inmenso reservorio digital de información. Las apps convirtieron a la internet en una presencia permanente en nuestras vidas y también en un espacio al cual ya no necesitamos entrar, es allí donde vivimos. Esa es la otra mitad de la revolución. Y es así al menos para la mitad de la humanidad (recordemos que aún existen unos 3.500 millones de personas sin acceso a la red).

Hoy podemos tener un iPhone o un dispositivo Android de gama alta y nuestras posibilidades como usuario no variarán demasiado. Sin embargo la llegada de una nueva generación del teléfono de Apple siempre será un evento especial porque nos obliga a evocar aquellos tiempos en los cuales existía un dispositivo para cada función y también a preguntarnos cuál será el próximo evento que produzca el nacimiento de una nueva línea de tiempo en la historia de nuestra relación con la tecnología.