Los resultados electorales de Río Cuarto llegan como un presente de fin de año para el gobierno de Juan Schiaretti. Como un presente para un mejor futuro al cierre de un 2020 que ha puesto a prueba la fortaleza de una gestión que, hace 18 meses, iniciaba con un aval arrasador.

La reelección de Juan Manuel Llamosas en la capital alterna revalida la vigencia de la apuesta que hiciera José Manuel de la Sota dos décadas atrás: convertir a la segunda ciudad en un escenario estratégico para la gestión, tanto política como económica. El autopercibido “imperio” concentra la mayor representatividad del sector agroexportador de la provincia.

La reelección parecía automática en marzo, fecha original de los comicios. Por entonces los efectos de la pandemia sonaban remotos. La escalada de casos, que en septiembre obligó a retrotraer actividades a fase 1 del aislamiento social, golpeó la imagen pública del intendente. Rigió para él una regla inexorable: los errores en gestión sanitaria y la crisis económica se facturan a quienes gobiernan.

Una nueva postergación de los comicios parecía alentar las chances de la oposición. Los resultados de hoy señalan una diferencia de casi seis puntos del candidato oficialista sobre el radical Gabriel Abrile, de Juntos por Río Cuarto. Hace cuatro años, el ex defensor del pueblo lograba un margen de más de 15 puntos ante la misma fuerza.

Sin estribos

Esta vez la lista de Hacemos por Córdoba presentó un entramado del que participan todos los sectores del peronismo provincial. Schiarettismo, Delasotismo, Kirchnerismo y otras variantes abrevaron en el mismo espacio.

Ese dato aporta encarnadura a un anhelo tantas veces invocado: la unión del justicialismo cordobés. El ensayo resultó exitoso y auspicia nuevos intentos de cara al 2021, año electoral aún en contexto pandémico. 

En sentido contrario, el resultado niega a Cambiemos una base territorial desde la que proyectar un modelo de articulación electoral exitosa, tal como ocurriera hace más de un lustro en Marcos Juárez. 

La alianza Juntos por Córdoba ahora debe buscar un circuito significativo donde estribar. De las seis principales ciudades de la provincia cinco están en manos del peronismo: la capital, Río Cuarto, Villa María, San Francisco y Alta Gracia.

En definitiva, la política se basa en análisis y proyectos, pero se concreta por la territorialidad.

Apatía

Primer intendente peronista reelecto desde la vuelta de la democracia, Llamosas tendrá un breve período para aprovechar la línea directa con el Panal y la Casa Rosada. Acaso sean unos días, exactamente aquellos que Río Cuarto forme parte de los análisis nacionales. Tan pronto eso concluya las necesidades de su terruño perderán su condición preelectoral de prioritarias.

La proyección nacional y provincial de los resultados es una tentación inevitable en un año donde poco, poquísimo, amerita una celebración. Tanto el gobernador Schiaretti como el presidente Fernández necesitan la foto triunfal. Los reconocimientos dejarán referencias para el futuro. 

El mismo porvenir, Llamosas deberá lidiar con tensiones propias de los armados políticos multisectoriales. El escenario de los actos se amplía en las consagraciones y ahuyenta protagonistas en situaciones de crisis.

Más importante aún, deberá encontrar respuestas a la apatía de los riocuartenses. La asistencia de un 50% del total del padrón, que el oficialismo adjudica a inclemencias climáticas y al temor al virus, es una clara luz de alerta. Hace cuatro años, la participación de la ciudadanía había llegado al 73%. Son más de 30 mil personas que decidieron no acudir a sufragar.

La narrativa triunfalista no se detiene en este dato. Pero ante el crecimiento de los discursos presentados de “antipolítica” cada punto de participación perdido equivale a un avance de posturas extremas y antidemocráticas. 

Ese tipo de discursos, que florece en la era digital, es el único que puede prescindir de la territorialidad, justamente el valor que ha puesto a la ciudad cordobesa en el centro de una jugada política que, en el año de la pandemia, terminó representando un riesgo muy elevado para un oficialismo de múltiples afluentes.