La Cámara de Diputados de la Nación aprobó la reforma al Impuesto a las Ganancias y le dio un respiro a casi 1.3 millones de trabajadores y jubilados que estaban obligados a afrontar anualmente este tributo. Quienes ganen menos de 150 mil pesos mensuales en bruto quedan liberados. Y el aguinaldo queda excento.

En la prolongadísima discusión previa, los opositores hicieron los que todo opositor tiene en su manual: criticar al Gobierno, lo cual no debe exasperar a nadie porque se trata de las leyes del juego. Igual, hubiera sido temerario que hubiera votos en contra porque a nadie se le ocurriría embestir contra un trabajador. Hubo, sí, tres abstenciones de representantes de Juntos por el Cambio, entre ellos el diputado Facundo Suárez Lastra, que dio argumentos discutibles pero bien planteados.

En el medio, hubo una riña denunciada por Fernando Iglesias (PRO), que denunció por sus redes sociales al neuquino Carlos Vivero (Frente de Todos) de haberlo empujado dentro del edificio de la Cámara. Luego, el jefe de bloque de Juntos por el Cambio, Mario Negri, pidió la expulsión del diputado supuestamente agresor. Después, el presidente del cuerpo, Sergio Massa, ordenó que se creara una comisión para analizar el caso. Bueno… sobre esto ya se había expedido Perón: si querés que algo no funcione, creá una comisión.

Bueno, dejando de lado esa reyerta ordinaria y de poca monta, hay que decir que la queja opositora de tildar de electoralista al proyecto de Massa, tiene visos de realidad. Sin embargo, es como cuestionar que se haga una ruta antes de las elecciones… El alivio que significa en este caso la ley que comenzará a regir en abril es de gran importancia para quienes pagan ese impuesto, que en la Argentina tiene una larga y vivoreante historia.

Quien primero advirtió sobre la fuente de recursos que implicaría aplicar un “impuesto a los réditos” fue Marcelo T. de Alvear, pero el tributo recién se aplicó durante la gestión de José Uriburo, en 1932 pero no se aplicaba sobre los salarios.

Fue Juan Domingo Perón quien creó la llamada “cuarta categoría” y gravó los salarios, aunque con porcentajes mucho más bajos que en la actualidad.

El rigor se aplicó durante la gestión presidencial de Fernando de la Rúa, quien en 1999 impuso un aumento del impuesto de hasta el 35 por ciento de lo que un trabajador percibía. Lo hizo usando la denominada “tablita de Machinea”, en alusión a José Luis, el ministro de Economía de ese momento.

En los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se amplió la base de aportantes porque la tabla tuvo actualizaciones inferiores a la inflación.

En la campaña electoral de las presidenciales de 2015, el expresidente Mauricio Macri tuvo dos ejes fundamentales: la apertura cambiaria con “un dólar bajo” y “la eliminación de Ganancias para la gran mayoría de los trabajadores”. Dos mentiras vergonzantes, sin duda.

Ahora, y tras advertir que la plata que le costará al Gobierno esta reforma de Ganancias puede sacarse de otro lado, Massa avanzó con el proyecto, al que nadie en su sano juicio podría oponerse.

Se observa que, tal como quedó redactada la norma, la actualización del mínimo (150 mil pesos) puede quedar desactualizada si la inflación es elevada, tal como sucede en la Argentina desde hace décadas.

Los cálculos del oficialistas estiman que el dinero que se ahorre un asalariado o un jubilado, mayoritariamente se volcará al consumo, que sigue por el piso. Sería de esperar que los formadores de precios no se hagan otro festín con esa plata.

Es absolutamente cierto que es una medida sospechada de electoralista, ahora se verá si la gente la tiene en cuenta a la hora de ir a las urnas.