Los elementos, la ubicación, la forma, la textura, los modos, espacios, el orden que los aplaza y nosotros, la interacción con el orden, con los significados y el lenguaje.

Lo siniestro es un elemento extraordinario, artero, fantástico, estético, bello en la construcción artística surrealista, pero de hórrido pavor en la experiencia propia. Se parece a la locura. La disociación. 

La política –digo yo- es ante todo y fundamentalmente discurso. Es discurso. Sobre su matriz, se ordena la baraja de decisiones, que, aspiraran a raspar y encender del negro como el sol en los amaneceres las ideas que el lenguaje pronuncia. Allí, existirá un orden o al menos una coherencia.     

“Zumban las balas en la última tarde. Yo, que estudié las leyes y los cánones, yo, Francisco Narciso de Laprida, cuya voz declaró la independencia de estas crueles provincias, derrotado, de sangre y de sudor manchado el rostro, sin esperanza ni temor, perdido, huyo hacia el Sur por arrabales últimos. Al fin me encuentro con mi destino sudamericano. Al fin he descubierto la recóndita clave de mis años” J.L. Borges

Sobre la política argentina se extiende como lo negro en las noches un manto siniestro. El discurso degradado, desordenado y blanco, vacío, hueco. Un gobierno que trampeo sus propios axiomas -como si se tratara de una parábola- castigo con talante desproporcionado desde lo discursivo -utilizando y prostituyendo la empatía y la culpa general- una causa . Hoy, se enfrenta a lo indecible. Lo ominoso. Un presidente -que trato de estúpido a un surfer que desesperado volvía a ver a su madre- es, hoy, según su propio juicio un estúpido también. Aunque se parece más a un perverso. Creo que ambas calificaciones son exageradas, ahí estamos. Volvemos. Lo que se pervierte, aun peor, es el discurso, de eso hablamos. Toma la imprecisa forma de un mazacote voluble e indigerible sin más que frivolidad. Siniestro, de vuelta.

Lo mismo sucede en la confusión de las políticas económicas de un supuesto desendeudamiento que crece. Un ajuste que fue realizado sobre el salario real de manera artera. La justicia, el viernes, fallo a favor de jubilados perjudicados por la reestructuración realizada por el gobierno que venía a reivindicar su capacidad de compra. Nada de eso. La principal preocupación en el gran buenos aires -esto es grave- son los alimentos, ni la inseguridad, ni la corrupción, ni la pandemia, ni la foto de Fabiola, los alimentos a secas. La canasta se montó sobre la inflación con subas mensuales del 3% dejando el salario promedio empatando la pobreza. La argentina parece estar lejos de ponerse de pie como reza el slogan oficial. 

Al mismo tiempo y en consecuencia, como contragolpe, con agrio, con desdicha, como el claro que borra lo oscuro al amanecer y se abraza a las nubes, toma relevancia otro siniestro. Uno peligroso. Más peligroso. Vuelve el gris. El que se vayan todos. Ya no con cacerolas, sino más sofisticado, vuelve, con ímpetu ordenada y orgánica. Los libertarios son culpa nuestra. Son culpa suya. Nos merecemos a Javier Milei. Nuestro destino latinoamericano. Siniestro.