Irán anunció este miércoles que ya no limitará sus reservas de agua pesada y de uranio enriquecido tal como se había comprometido bajo el acuerdo nuclear de 2015. La decisión es la respuesta al abandono del pacto por parte de Estados Unidos hace justamente un año y ha sido comunicada por el Ministerio de Asuntos Exteriores a los embajadores del resto de los países firmantes del pacto (Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China). En un discurso televisado a la nación, el presidente iraní, Hasan Rohani, dejó claro sin embargo que Irán no abandona el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC, nombre oficial del acuerdo).

“Para proteger la seguridad y los intereses nacionales de los iraníes, y en aplicación de los derechos que se establecen en los artículos 26 y 36 del PIAC, el Consejo Supremo de Seguridad Nacional de la República Islámica de Irán ha dado la orden de interrumpir algunas de las medidas que adoptó bajo ese acuerdo a partir de hoy, 8 de mayo de 2019”, afirma el comunicado del Consejo, del que Rohani ha informado en sendas cartas a los líderes de los otros cinco países firmantes. “Ya no estamos comprometidos con las limitaciones a la cantidad de uranio enriquecido o agua pesada que podemos mantener”.

En un proceso gradual a lo largo de los dos próximos meses, Irán dejará de vender el exceso de agua pesada que se produce al enriquecer uranio y ya no intercambiará el exceso de uranio enriquecido por mineral en bruto, tal como establecía el PIAC. El objetivo de esa medida era evitar que esos productos pudieran desviarse para fabricar una bomba, aunque los responsables iraníes siempre han negado la dimensión militar señalando que su objetivo es obtener combustible para generar energía eléctrica.

Irán da un plazo de 60 días al resto de los signatarios del acuerdo para que cumplan sus compromisos, en especial en lo que respecta al petróleo y el sistema bancario. El levantamiento de las sanciones en esos sectores eran los principales beneficios que Irán iba a obtener por la limitación de su programa atómico, pero que han quedado en nada a raíz de la decisión del presidente norteamericano, que retiró su país del acuerdo alegando que Irán estaba usando los beneficios económicos del pacto para financiar su programa de misiles y a grupos regionales contrarios a sus intereses o los de sus aliados.

A pesar del alto perfil que se dio a los anuncios, en medio de un clima de creciente tensión con Estados Unidos, el presidente Rohani dejó claro que su país sigue interesado en el acuerdo y que no abandona la mesa de negociación. Durante su mensaje televisado a la nación, insistió en que el PIAC debía ser un pacto en el que todos salieran ganando. También subrayó el incumplimiento de sus obligaciones por parte del resto de los signatarios, en especial la Unión Europea.

“La UE no ha logrado cumplir sus promesas económicas a Irán. La postura europea es buena en palabras, pero no en hechos”, ha dicho Rohani. Los dirigentes iraníes llevan meses quejándose de la incapacidad de los europeos para hacer frente a Estados Unidos y lograr que funcione el Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales (INSTEX) con el que Bruselas intenta que las empresas europeas puedan comerciar con Irán. La falta de avances al respecto, que fuentes diplomáticas europeas atribuyen a los problemas del sistema bancario iraní, ha hecho que Teherán se vuelva hacia Rusia, China y Turquía en busca de canales alternativos para sortear las sanciones.

La primera impresión de los analistas es que Irán ha reaccionado con mesura al posponer 60 días las medidas. El Gobierno de Teherán se encuentra ante una gran presión de Estados Unidos, en especial desde que la semana pasada el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, amenazara con sancionar a los países que reciban el exceso de uranio o de agua pesada de Irán. De ahí que la decisión de dejar de vender esos productos, como se estableció en el acuerdo nuclear, y almacenarlos más allá de los límites permitidos sea más una consecuencia que una iniciativa.

A pesar de que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha ratificado periódicamente que Irán cumple con el acuerdo, Estados Unidos reimplantó el año pasado sus sanciones (en especial, sobre las vitales exportaciones de petróleo) y extendió su alcance a países terceros. Además, acaba de cancelar las excepciones que permitían la compra de crudo iraní, ha incluido a la Guardia Revolucionaria en su lista de organizaciones terroristas y enviado un portaviones al golfo Pérsico para contrarrestar una imprecisa amenaza de Teherán. Ayer, sorpresivamente, Mike Pompeo llegó a Irak como parte de una ofensiva general de Trump, que necesita mostrar logros internacionales de cara a las elecciones 2020.

El efecto de las sanciones ha sido brutal. En el último año, la inflación se ha disparado por encima del 40%, el rial (la moneda iraní) ha perdido dos tercios de su valor y decenas de miles de trabajadores se han quedado en la calle por la falta de actividad. Aunque las autoridades han reaccionado reforzando los subsidios a los más desfavorecidos y controlando el cambio de divisas, la crisis es evidente. Según, el Fondo Monetario Internacional, la economía iraní se contrajo un 3,9% el año pasado y ya preveía que este año lo haga un 6% antes de las recientes inundaciones que han causado daños por 2.700 millones de euros.

“Con Estados Unidos aumentando constantemente las sanciones y las presiones, y con el fracaso de las otras potencias mundiales en facilitar garantías para los beneficios económicos del PIAC, la paciencia de Irán se está agotando”, advertía el lunes en un artículo Hossein Mousavian, analista iraní y ex portavoz del equipo negociador nuclear cuando era dirigido por el hoy presidente Rohani. En su opinión, Teherán sólo tiene dos opciones: “un retirada gradual del PIAC o una salida inmediata del Tratado de No Proliferación y del PIAC de forma simultánea”.

Mousavian, que en la actualidad es investigador visitante en la Universidad de Princeton (EE UU), advierte de las consecuencias de esta última y se inclina por la primera. Tal parece ser la elección finalmente tomada por el Gobierno iraní.