Después de que el INDEC informara que el año pasado cerró con una medición de pobreza ubicada en el 35,5 por ciento, los números para la provincia no fueron muy dispares: uno de cada cuatro hogares del Gran Córdoba no pude cubrir las necesidades básicas día a día.

Barriadas adentro, se sabe, las situaciones de carencias se vienen agudizando. En ese sentido, el aislamiento tiene otro tipo de significado: las soluciones económicas y para evitar el hacinamiento están fuera de casa.

En el sector sur de la ciudad de Córdoba, por caso, el padre Mariano Oberlin reconoce que “a nuestros comedores cada vez vienen más personas” y “a veces no hay con qué ayudar a todos”.

El sacerdote, con amplio compromiso social de epicentro en el barrio Müller, se mostró sorprendido porque “el nivel de acatamiento de la cuarentena es alto”, observando que “hay mucha gente que, hasta dónde les da el cuero, toman medidas para cuidarse y cuidar a la comunidad”.

Reconoció que “están muy complicados los que salen a vender bolsas de consorcio y otras cosas en el día” y lamentó que “la situación seguro será peor la semana próxima”.

Entrevistado por el programa Nada del otro mundo, de FM 102.3, sentenció: “La gente del barrio en general vive al día, aunque hoy las ayudas del Estado son un paliativo”. En ese marco, adujo que en plena crisis ve “una oportunidad”.

A su juicio, con las intervenciones oficiales que se realizan, controles mediante, “el Estado debe volver a organizar socialmente estos sectores”, y “que no sea el narco el que lo haga”.

Sobre el coronavirus, marcadamente latente en sectores altos y medios de la sociedad, consideró: “Mucha gente es consciente que si llega a entrar al barrio, será muy complejo. Hay muchas casas en las que se vive muy hacinado y los chicos tienen que salir a tomar aire. Acá no son pocos los casos de personas que llegan con defensas bajas, problemas de alimentación y por consumo de drogas“.