A lo largo de los últimos meses se había dicho casi todo sobre la posible estrategia de Cristina Fernández, se analizaron todas las eventuales movidas políticas, pero la de hoy fue la única que no se puso en el tapete.

Solo el tiempo dirá si lo anunciado hoy por la ex presidenta servirá o no a los fines para los que fue buscado y si el éxito corona o no la jugada que convulsionó este sábado de mayo.

Imagina uno que a esta altura de la jornada, tanto en los despachos de gobierno como en los laboratorios políticos oficialistas y opositores, se deben estar barajando todas las variantes que conlleva el hecho de que la dirigente que lidera uno de los bloques políticos de la Argentina, haya decidido no jugar por el premio mayor.

Imagina uno también, que a esta hora, solo sobran preguntas y faltan todas las respuestas, las que solo debe tener la propia Cristina y eventualmente su circulo familiar más íntimo.

El por qué de la decisión de la ex presidenta está tratando de ser desentrañado por propios y extraños, por los cercanos y los lejanos, por los amigos y los enemigos, pero no es desaventurado considerar que por ahora nadie ha podido dar con la respuesta correcta.

¿Qué harán Macri y Cambiemos?

Ahora que se ha despejado una de las incógnitas de la ecuación de la grieta, ¿hay espacio para que se despeja la otra? ¿Insistirá Macri con su proyecto de reelección? ¿O la realidad de una crisis sin fin y el movimiento de su principal adversaria política lo llevarán a tomar una decisión que muchos auguran en privado pero no se animan a hacerlo en público?

Con renovados bríos tras la victoria de Schiaretti en Córdoba, supuso que ordenando sus tropas estaba en condiciones de dar la batalla para quedarse con el premio mayor.

Ahora, con la jugada de Cristina, ¿dónde quedan los proyectos del gobernador de Córdoba, de Urtubey, de Pichetto y por cierto, los del propio Roberto Lavagna?

Concientemente no se incluye a Massa en aquella lista de dirigentes, porque el tigrense ha demostrado a lo largo de su historia que puede navegar de una orilla a la otra y eventualmente quedarse en la ancha avenida del medio.

En definitiva, nuevamente todos quedaron atados a la centralidad política que Cristina le ha impreso al mapa del poder en la Argentina.