“Propugnaré el amor libre, la separación de la Iglesia del Estado y también la supresión del ejército: porque el ejército es antisocial y es anacrónico”.

Así comenzaba sus discursos el candidato a diputado Enrique Badessich, el loco Badessich, que con ideas que se creían delirantes, hoy bien podrían ser bandera para la nueva normalidad que no llega.

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En 1922 los hombres cordobeses van a las urnas para elegir nuevos diputados provinciales. El radicalismo juega a la abstención y deja servida la elección a los conservadores del Partido Demócrata. La Córdoba santa está a salvo. Toda una simulación de la democracia que algunos, pocos cordobeses, supieron burlar.

Esos pocos cordobeses eran la banda que liderada por Deodoro Roca y Saúl Taborda y otros protagonistas de la Reforma de hacía 4 años. Junto a estudiantes de Medicina formaron el partido Bromosódico Independiente y postularon a Enrique el Loco Badessich, un viejo conocido de aquellas batallas reformistas, como primer candidato a diputado. Y él, que por entonces tenía 26 años, no dudó ni un poco con sus propuestas para remover la Córdoba siempre de siesta:

“Vamos a acortar los hábitos sacerdotales para, con la tela economizada, hacer ropa para los chicos pobres. También implantaremos la República cordobesa con representantes confidenciales ante los países de Europa y América, Argentina incluida. Y vamos a eliminar las esquinas. ¿Para qué? Para evitar los choques!”.

El Loco Badessich, un grande que arengaba con un traje de papel y un chambergo que lo cubría del sol de Córdoba, que calienta pero que no arde.

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Badessich no fue un invento de los iconoclastas cordobeses que se reían de la toga y la sotana mediterránea. Badessich tenía su propia trayectoria previa. Tucumano de padre austríaco y madre italiana, había llegado a Córdoba siendo niño. Con apenas 20 años había sido telegrafista en las islas Orcadas del Sur y poco después publicó su clásico: El ósculo del crepúsculo, donde se anticipaba a estos tiempos de marea verde feminista: “La feble y fénix mujer es el ser púdico privilegiado de la humanidad y es el más feraz, sutil y bello fruto barbirloque que la naturaleza ha creado para que esotéricamente reine en el más maravilloso e ingente fanal de los orbes...”

En la Córdoba de la Reforma Universitaria surgió un personaje desopilante que planteaba utopías anarquistas.
En la Córdoba de la Reforma Universitaria surgió un personaje desopilante que planteaba utopías anarquistas.

Previo a eso, en la revuelta 1918 y sin ser estudiante universitario, Badessich había sido uno de los tantos que en defensa de la Universidad había peleado cuerpo a cuerpo con la policía de Córdoba. Una de sus tantas detenciones había sido por pegarle con un adoquín de madera en la cabeza a un hombre de azul.

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Su campaña electoral consistió en dar más de 300 conferencias. En ellas no dudaba en afirmar, sin solemnidad:

“ Ciudadanos: Hay que practicar el amor libre.... si queréis tener una buena mujer, paz, sosiego y tranquilidad en vuestro hogar, no la mandéis a la iglesia. En Córdoba, yo y 199 muchachos hemos puesto en práctica nuestras teorías; y puedo afirmar que, como me llamo Badessich, lo que se llama cuerno no existe”

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El lunes 10 de abril de 1922 apenas fueron a votar 6.700 de los 31 mil hombres habilitados. La ausencia de candidatos radicales hizo bajar la participación.

Antes de conocer los resultados, Badessich se acuarteló en la Legislatura para que no lo detuvieran. Otra vez no, dijo. Allí pasó largas horas alimentado sólo a pan y salame que llevaban los militantes del partido Bromósodico. No hay como una buena picada para esperar los resultados.

El conteo fue determinante. Granillo Barros, del Partido Demócrata, 3.200 votos. El conservador Manuel Paz quedó segundo, con 3.100 votos. Quedaba una banca para distribuir y ahí apareció él, en tercer lugar, con 716 votos. De pie hombres y mujeres del bien: la república de Córdoba acaba de designar diputado provincial a Enrique el Loco Badessih.

Los curas se agarraban las faldas por el miedo al fin de sus vestidos y el hombre que quedó en cuarto lugar no se explicaba su desdicha: por 16 votos menos, Manuel Maciel, del Partido Tradicional Católico, se quedaba afuera de la legislatura.

El loco, más loco que nunca en el festejo, prometió 716 casas económicas para cada uno de sus votantes. Y avisó: "Mi próximo paso es la gobernación de Córdoba". 

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La Voz del Interior, abstencionista como buen radical, de algún modo aplaudió el triunfo del loco: "Se ha plantado en el recinto mismo del templo republicano de la “Docta” el anarquista amenazador de curas ricachos. El futurista rebelde y cubista propiciador de todas las rupturas con el caduco mundo burgués... El Poetrasto ridículo y de mal gusto". 

Badessich, el regocijante, es el padre de la patria cordobesa.

Canten culiados.

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Pero en Córdoba nada es tan simple. La sotana y la toga pesan más que cualquier deseo democrático y los conservadores que dominaban -dije dominaban-, la provincia pusieron todas las argucias legales en juego. Y así lograron que Badessich jamás pudiera asumir su banca. El rechazo de su diploma fue por su supuesta incapacidad mental (sin esquinas no hay choques, sin curas no hay pibes con frío, ¿Cuál sería su incapacidad?) y también por decoro de la Cámara. De-co-ro-.

Entrevistado por Caras y caretas, Badessich les respondería: “¿Dónde ponen el decoro? ¿En la levita del electo, en las artimañas electorales? ¿En la tontera absoluta y religiosa? Si eso es el decoro, yo carezco de él. Ninguna de esas taras es la mía”.

El Loco se fue a Buenos Aires e hizo todos los escándalos necesarios para que alguien lo tuviera en cuenta. Hasta pidió la intervención de la provincia. Pero fue en vano. Los medios porteños, con La Nación a la cabeza, lo atacaron diciendo que era un “personaje colocado fuera de la razón”. José Ingenieros fue más claro: “Las ideas de Badesich son más sensatas y armónicas que cualquier discurso parlamentario”.

Nunca lo dejaron asumir su banca. Badessich murió solo en Béccar, provincia de Buenos Aires. Tenía 65 años
Nunca lo dejaron asumir su banca. Badessich murió solo en Béccar, provincia de Buenos Aires. Tenía 65 años

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Con el tiempo su figura se perdió en la noche de la historia. Sabremos que fue detenido por haber intentado matar al dictador José Félix Uriburu y años después, en octubre del 45, presentó un hábeas corpus para pedir la libertad de un tal coronel Perón.

Murió en 1961 en Buenos Aires y nadie reclamó su cuerpo. Igual, con su propia pluma, quedó inmortalizado en las palabras que mejor lo describían:

No vendo mi pluma ni cerceno mi avanzado y sano idealismo por el vil metal. No tengo la baja escuela de la envidia ni de la calumnia ni de la ruin y traicionera venganza. No milito en ningún partido político de la aristocracia, no soy miembro de ninguna asociación reaccionaria, mafiosa, absurda e inhumana ni pertenezco a esas falsas sociedades de beneficiencia. No soy artesano ni esclavo blanco, negro ni amarillo y nadie me manda, nadie me subyuga ni a nadie temo. Las tumbas, los destierros, las cárceles, el hambre y la miseria matan el cuerpo únicamente, pero a la verdadera vida eterna del espíritu y a las avanzadas, razonables, justas, humanas y nobles ideas no las mataran jamás.

Yo soy pobre de metálica fortuna pero millonario en libertad.