“Han pasado 84 años”. A diferencia de la angelical Rose de Titanic, los cordobeses solo necesitamos 8 años para revivir el contexto electoral de medio término de 2013. En cierta medida. Al igual que Fabio Zerpa, Heráclito tenía razón. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. En primer término, la gran similitud proviene del ámbito nacional. Hasta ahí. Es decir, un oficialismo kirchnerista débil que en el año 2013 sufría la fatiga de una larga década en el poder, hoy curiosamente equiparable a la cápsula de súper envejecimiento prematuro que representó la pandemia para la mayoría de los oficialismos mundiales. En particular, para los de América Latina donde la administración Fernández, a pesar del saldo negativo de popularidad, podría darse el lujo de donar una cuota de imagen positiva para las muy castigadas gestiones encabezadas por Jair Bolsonaro en Brasil y Sebastián Piñera en Chile.

Sí, aunque usted no lo crea, el 41% de aprobación versus el 53% de desaprobación del gobierno argentino, según estudio de Isonomía de junio, es un bálsamo en comparación al 24% de aprobación vis á vis el 49% de desaprobación de la gestión brasileña, de acuerdo a estimación reciente de IPEC. De igual modo, con relación al 20% de aprobación de la administración chilena en contraste al 76% de desaprobación, en base a encuesta de Cadem. No obstante, en la capital mundial del fernet, el mal de muchos le sirve de poco al actual oficialismo. Por el contrario, el tablero legislativo de 2013 repartido en 4 fuerzas políticas, 3 de ellas anti K, Unión por Córdoba, Unión Cívica Radical y PRO, que acaparó el 64% de los votos en aquella elección, hoy coincide casi a la perfección con la estimación reciente de Zuban Córdoba donde un 60% de los cordobeses prevé apoyar a candidatos opositores a Les Fernández.

“La dinámica de aprobación de la gestión nacional se impone sobre cualquier efecto comparativo regional. Así fue en 2013, cuando los indicadores de aceptación de la gestión kirchnerista nacional, tanto a escala general como de la administración de la economía en particular, alcanzaban casi los mismos niveles actuales." 

En tal sentido, la dinámica de aprobación de la gestión nacional se impone sobre cualquier efecto comparativo regional. Así fue en 2013, cuando los indicadores de aceptación de la gestión kirchnerista nacional, tanto a escala general como de la administración de la economía en particular, alcanzaban casi los mismos niveles actuales, según estimación de Poliarquía. Es decir, un balance neto 20% negativo que, en el terreno económico, se ampliaba a un 30%. Cualquier parecido con la realidad actual no es mera coincidencia. En definitiva, estos son los límites donde actúan los tres principales partidos que inscribieron listas en Córdoba este fin de semana. Juntos por el Cambio y Hacemos por Córdoba compitiendo dentro de los tres cuartos de la cancha política, versus el Frente de Todos con un techo cercano al cuarto restante y con una elección de pronóstico reservado donde sus dos cabeceras de lista, Carlos Caserio en senadores y Martín Gill en diputados, la tendrán que remar en alquitrán más que en dulce de leche.

Peor que la traición es el llano

La nota de color que sorprendió a muchos analistas nacionales fue la atomización de candidaturas en el ámbito del Juntos que no perdió el Cambio por el camino, tal como ocurrió en la provincia de Buenos Aires. Ello no debería causar asombro ya que, sin perjuicio del pronóstico electoral favorable para este espacio político, no operaba sobre él ninguna de las dos fuerzas tradicionales de ordenamiento. En primer lugar, a diferencia de la última elección de medio término de 2017, la falange cordobesa de Juntos por el Cambio hoy no tiene anclaje sólido en una gestión nacional como la que, en aquella instancia donde Mauricio Macri se comía los chicos crudos y sus más fieles seguidores agitaban la bandera del 8+8, generó una verdadera ola amarilla nacional que, en el plano local, se reflejó en una lista compacta que sacó 48% de los votos y obtuvo 5 de las 9 sillas nacionales por Córdoba en juego. Batacazo.

Por otra parte, al traumático llano de más de dos décadas en la gestión provincial, la elección de 2019 le agregó a la Unión Cívica Radical la trágica novedad del fin de su vieja hegemonía política en la Municipalidad de Córdoba, apenas interrumpida por la aparición en la escena del Frente Cívico del tan humorista como dirigente político Luis Juez. En semejante vacío, no debería sorprender la proliferación de candidaturas de viejos conocidos que, con un balance positivo o neutro de imagen como Mario Negri o del propio Juez, según reciente sondeo de Zuban Córdoba, ya están en una suerte de primaria anticipada por la candidatura a la gobernación 2023, con el backstage de la dura interna PRO entre Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Asimismo de otros dirigentes que, en el pelotón de atrás aunque también conectados con las terminales nacionales o locales del radicalismo, ya están mirando con ansias hacia el Palacio 6 de Julio. Vale para Rodrigo de Loredo, Dante Rossi et al.

"¿Será la virtual senadora Vigo la embajadora de un proyecto nacional de Schiaretti 
apoyado sobre la fortaleza de los sectores productivos más dinámicos del interior y reconocidos con la candidatura del actual ministro de agricultura Sergio Busso?".    

Y colorín colorado, no podía cerrar sin unas líneas dedicadas a un Hacemos por Córdoba que, tras dos décadas de hegemonía provincial, plebiscitará la marca de los fundadores de este proyecto político. Alejandra Vigo, o sea Juan Schiaretti, y Natalia de la Sota. Sin perjuicio de ello, en la lista también anidan algunas señales hacia el futuro. El segundo candidato a diputado nacional, el intendente de San Francisco Ignacio García Aresca, galvaniza la proyección hacia la gobernación del actual intendente de Córdoba Martín Llaryora. Asimismo, la presencia en la lista de la actual ministra de la mujer Claudia Martínez sugiere la idea de una inminente misión política. Por último, ¿será la virtual senadora Vigo la embajadora de un proyecto nacional de Schiaretti apoyado sobre la fortaleza de los sectores productivos más dinámicos del interior y reconocidos con la candidatura del actual ministro de agricultura Sergio Busso? ¿Quizás en tándem con los vecinos santafesinos y el actual gobernador Omar Perotti que se juega su futuro en la dura interna provincial en el ámbito del Frente de Todos? ¿O son todas nada más que especulaciones tendientes a cubrir la retirada de Schiaretti a cuarteles de invierno a final de su último mandato provincial? No falta demasiado para que se destapen estas cartas.