La del 3 de octubre de 1993 en Córdoba, fue una elección de medio término de la que habló todo del país, pero para recordar la historia hay que comenzar por la vibrante interna peronista que tuvo lugar dos meses antes.

En esa confrontación interna del 1º de agosto se presentaron tres candidatos de muchísimo peso: Juan Schiaretti (apadrinado por el entonces poderoso ministro de Economía, Domingo Cavallo), José Manuel de la Sota, que hacía un año había dejado de ser embajador en Brasil, y Julio César Aráoz, en aquel momento ministro de Acción Social de la gestión menemista.

Fue una pelea política a capa y espada, en la que cada uno mostró estrategias muy diferentes. El día del cierre de la campaña, se difundieron tres fotos: una del avión de Cavallo -que había viajado a Córdoba para apoyar a Schiaretti-, otra de una cuatro por cuatro con enormes patonas, en la que se movilizaba Aráoz, y una tercera del Falcon de una persona apodada “El Gitano”, que había alquilado su desvencijado automóvil color gris –usado para fletes –a José Manuel de la Sota, que lo usó en su caravana de cierre.

La elección fue tremenda y ganó Schiaretti, aunque De la Sota denunció fraude y llevó su reclamo a todo el país, especialmente a los programas de televisión de la ciudad de Buenos Aires.

En ese momento, Luis Juez militaba con Schiaretti, Carlos Caserio formaba parte de la lista de Aráoz y De la Sota llevaba consigo a su grupo histórico conocido como “La Banda”: Carlos Alessandri, Carlos Presas y Herman Olivero, entre otros.

El noveno pasajero

A pesar de los reclamos airados, la Justicia confirmó la victoria del delfín de Cavallo y comenzó la campaña electoral, de cara a los comicios del 3 de octubre. Schiaretti debería competir con Nilo Neder, el radical que liberaba la lista 3 y que contaba con la bendición (y la participación protagónica en la campaña) del gobernador Eduardo Angeloz. La tercera opción estaba liderada por un dirigente joven que “prometía”: Germán Kammerath, que se presentaba por la Ucedé y que iba en busca de la novena banca. Intentaron bajar al liberal, pero éste se negó siguiendo un consejo de Menem. El jefe del Estado estaba seguro que eso aniquilaría las posibilidades de victoria del cavallismo y, de paso, se anotaría un poroto con su amigo “Pocho” Angeloz, que quedaría en deuda.

Cavallo bajó de Buenos Aires una estructura infernal, pero con astucia y muchas mañas, Angeloz logró imponer su estrategia y el médico y periodista Neder ganó la elección, con un resultado claro.

La novedad fue que el ucedeista Kammerath sacó algo más del ocho por ciento de los votos. La lectura de los resultados permite inferir que los sufragios que consechó Kammerath se los restó a Schiaretti, de modo que el liberal amargó la victoria poderoso ministro de Economía.

Kammerath se encontraba bajo el ala del presidente Carlos Menem, de quien se dice que difsfrutó este resultado porque le sirvió para bajarse el precio a Cavallo en la interna del gabinete nacional.

Y Angeloz levantó el brazo y celebró la victoria, la que le costaría muy caro porque todas las sospechas sobre el derrumbe de las finanzas provinciales ocurridas un año después, recaen sobre una supuesta gestión “vengativa” de Cavallo.

Tras esa fuerte crisis derivada luego del llamado “efecto Tequila”, cayó el gobierno de Angeloz, que tuvo que llamar a elecciones anticipadas, que ganó otro radical, Ramón Mestre padre.

Menem se olvidó de su amistad con Angeloz y el gobernador quedó entrampado en una maraña de vericuetos en ese tercer mandato del que terminaría lamentándose y mucho. Fue demasiado tarde. Allí empezó el fin de su estrella luminosa. El resto de su carrera política se fue apagando con el paso del tiempo y hasta debió afrontar un juicio por enriquecimiento ilícito del que si bien salió absuelto, lo dejó con el cuerpo magullado.