La presencia de uniformados en la puerta de la Quinta de Olivos del pasado miércoles despertó un delirante nuevo capítulo en la vida institucional argentina. Fue la singular forma en la que un grupo de integrantes de la Policía de la provincia de Buenos Aires reclamó -y consiguió- un aumento salarial.

En las últimas horas, el ministro de Seguridad bonaerense recalcó que "había que manejar un conflicto que sabíamos que iba a venir, sabíamos que se estaba preparando" y la decisión fue "no hacerlo como antes, que se resolvía entre gallos y medianoche y se tiraba la mugre bajo la alfombra".

En la particular visión de Sergio Berni, “nunca puso en riesgo la institucionalidad” y hubo otra alternativa, que resolvió no utilizar: "Lo podría haber resuelto en minutos con la Infantería pero podía terminar con muertos”.

Luego de remarcar que ni el gobernador Axel Kicillof ni nadie le pidió la renuncia, consideró que la situación "podría haber terminado en cualquier cosa", porque entre los manifestantes "había gente armada, bajo efectos de drogas, alcohol y con gente infiltrada”.

En una entrevista televisiva reconoció que en la fuerza existe "un malestar latente", porque además del bajo sueldo que perciben los efectivos "para completar sus ingresos realizan horas extras que se terminaron cuando empezó la pandemia".