José Emilio Ortega*

Admitido por la RAE en noviembre de 2020, el vocablo “finde” -por “fin de semana”- trascendió el coloquio para denotar formalmente, una unidad de tiempo. Bisílaba como “week end”, resulta práctica para referenciar o comparar.

¡Y qué finde estamos pasando! Se empezó a dibujar desde la mitad de la semana, cuando a 72 horas de la PASO que tuvo como gran derrotado al gobierno nacional, se difundieron cartas rubricadas por funcionarios alineados con la Vicepresidenta de la Nación, poniendo a disposición del presidente Alberto Fernández su renuncia al cargo en ejercicio.

Breve digresión. La “renuncia” a secas, expresa la voluntad sincera de dar el paso al costado, y por tanto es razonable, en términos institucionales. El carácter “indeclinable” de una dimisión, es un matiz subjetivo aportado por el renunciante, en el que indica deliberada irreversibilidad. “Poner a disposición” la dimisión, presupone que recién en ese momento, el superior jerárquico tendrá la posibilidad, según el renunciante, de optar por cesarlo. Y ello es contradictorio con lógica subordinación a toda jefatura política, en la que sólo se conserva el cargo, si se goza de la confianza de quien conduce.

¿Es que realmente los renunciantes estaban planteando una renuncia? Muchas cosas empezaron a ocurrir desde aquel “día de miércoles”. El kirchnerismo, dejó trascender comentarios condenatorios; aunque tras conocerse las “renuncias”, se acumularon respaldos al presidente que por un momento parecieron decir: “Alberto, si estás para esta pelea, te bancamos”. El silencio presidencial del jueves confirmó su expectativa por un acuerdo; en tanto el efecto de las renuncias no satisfacía la expectativa del impacto. Y debió llegar la carta de la Vicepresidenta, exigiendo personalmente un cambio de rumbo.

Tras la renuncia -esta vez “indeclinable”- de un allegado al Presidente, empezaron los aprestos de un finde caliente; secuencias que nos recordaron otros, de tremendo impacto en la vida política nacional.


Marzo de 2001

Para la presidencia De La Rúa, todo había sido vertiginoso. La conformación de la Alianza en 1997, con una mesa de cinco en la que se exhibían figuras importantes -el nombrado, Alfonsín, Terragno, Alvarez y Fernández Meijide-. Los triunfos en las legislativas de ese año -mitad de la segunda gestión presidencial de Menem- y 1999, tras ganar la interna frente a la Meijide. Desde el inicio, graves problemas de convivencia entre los miembros del espacio, primer intento de coalición en la República, con fortaleza para vencer al peronismo todavía liderado por Menem.

Un cimbronazo llegaría dentro del primer año de gobierno, tras un duro ajuste en el inicio de gestión; las medidas para contener el gasto público son insuficientes, persistiendo la recesión, el atraso cambiario y la dificultad para el financiamiento. En octubre de 2000, estallando un escándalo por supuestas influencias en el Congreso al aprobarse la ley de reforma laboral, renuncia el vicepresidente Alvarez. Se produce un primer recambio de funcionarios.

La coalición era conducida por el "Grupo de los Cinco": Raúl Alfonsín, Chacho Álvarez, Fernando De la Rúa, Graciela Fernández Meijide y Rodolfo Terragno.
La coalición era conducida por el "Grupo de los Cinco": Raúl Alfonsín, Chacho Álvarez, Fernando De la Rúa, Graciela Fernández Meijide y Rodolfo Terragno.

Desde octubre a marzo, el cuadro empeoró. En un equipo ministerial con varios economistas -Machinea, el canciller Rodríguez Giavarini o el ministro de Defensa López Murphy- las estrategias para salir de la crisis -y las alianzas propuestas con operadores políticos o económicos para concretarlas- eran diferentes y contradictorias.

La obtención de un “blindaje” para pagar deudas de corto plazo acordado con el Fondo Monetario Internacional fue insuficiente. Afectando el gasto social, los sueldos y jubilaciones estatales, y los fondos distribuidos a las provincias y la CABA resultaron un combo imposible de afrontar para un presidente prematuramente aislado de su base política. El reemplazo de Machinea por López Murphy, y la batería de anuncios realizada por éste -recortes adicionales por 2000 millones de pesos/dólares-, generó una crisis irreversible. Renunció la mitad de los ministros. El 20 de marzo, tras un agónico fin de semana en el que se confirma el ingreso al gobierno de Domingo Felipe Cavallo -quien había obtenido en 10% de los votos en la elección presidencial de 1999-, asumen nuevos responsables en Secretaría General de la Gobernación, Educación, Desarrollo Social, Energía e Interior. La historia desde allí es conocida. Fracasa Cavallo y termina de implosionar a fin de ese año, aquel fallido intento de coalición donde sobraban nombres importantes, en el oficialismo y la oposición, algunos de los cuales terminan asociados en la etapa posterior, en especial el tándem Duhalde-Alfonsín.


Setiembre de 2018

El gobierno de Cambiemos se presentaba como otra coalición con suficiente potencia para vencer al oficialismo de base peronista, orientado por el matrimonio Kirchner. Otras alianzas habían complicado al kirchnerismo en elecciones de medio tiempo (2009, 2013) y en 2015, con un peronismo dividido (un sector gravitante se consolidó en el frente UNA, con Massa y De la Sota, alcanzando 21 puntos en la primera vuelta).

La elección de 2017, donde Cambiemos -integrado por el PRO, la UCR y el ARI- se impuso ampliamente al peronismo en cualquiera de sus versiones en casi todo el país, no presagiaba el grave cuadro en el que la coalición gobernante se encontraría apenas unos meses después. Las graves desavenencias entre los socios principales -en 2016 y 2017 Macri debió remplazar ministros y despejar varias veces rumores de crisis agudas- por temas de agenda, la mora en atacar aspectos esenciales en la agenda económica y el fracaso de un modelo de gestión que llegó a contar con 23 ministerios y una estructura de control llevada adelante por la Jefatura de Gabinete y dos Secretarios plenipotenciarios provenientes del mundo empresario, llevaron algunos indicadores económicos a extremos críticos.

En septiembre de 2018, el gabinete de Cambiemos se redujo a la mitad (11 ministros).
En septiembre de 2018, el gabinete de Cambiemos se redujo a la mitad (11 ministros).

Una nueva crisis financiera y cambiaria, ahora complicada por la inflación, llevó en setiembre de 2018 a la más grave crisis que debió superar Macri en su cuatrienio. El gabinete se redujo a la mitad (11 ministros) sobreviviendo sólo 6 desde la asunción del gobierno cambiemita y un llegado posteriormente -Nicolas Dujovne se mantuvo en su cartera, Hacienda. Fue dura la negociación entre socios en el fin de semana previo a los cambios. Entre las bajas hubo nombres cercanos al Presidente, radicales y convocados al barco a poco de zarpar.


Setiembre de 2021

El único caso exitoso como proyecto -aunque haya perdido la elección presidencial de 2019 y por momentos sus tensiones internas parezcan irreductibles- es, hasta aquí, Cambiemos: ganó 2 elecciones de 3 disputadas, y corre con clara ventaja para noviembre (cuarta contienda que afronta). Para enfrentar esta alianza exitosa, el kirchnerismo entendió que debía virar de frente hegemónico -siguiendo la tradición peronista desde 1973-, donde tenía un techo, a coalición, donde podía abrirse nuevamente a espacios peronistas perdidos, como el massismo y fuerzas provinciales. Para ello eligió a un referente conocido, que podía encarar esa transición, por su experiencia y vínculos con todos los sectores.

El gobierno de Fernández ha quedado expuesto en sus graves dificultades para contener a un oficialismo que sigue funcionando, en su componente kirchnerista y a pesar del esfuerzo por virar, como una referencia hegemónica, cuyo modelo de acumulación y agenda no ha variado ni ofrece, al resto de los socios, margen de incidencia significativo. No ayudaron tampoco varios funcionarios aportados por Alberto a la gestión, con muchos errores no forzados.

Telam
Telam

En 2001, De La Rúa optó por alianzas con factores de poder antes que consensuar con las fuerzas políticas. Así toleró, en nombre del saneamiento, irracionales recortes del presupuesto previsional y educativo, encendiendo una mecha que no tardó en detonar y que se llevó a muchos cuadros importantes. Cuando intentó, tras la debacle en las legislativas, un acuerdo con el peronismo (que contaba con una decena de primeras figuras), era demasiado tarde. Sin vicepresidente ni la mayoría de sus aliados iniciales, retirado del juego Cavallo, debió renunciar.

En 2018, la sucesión de errores propios, llevó a Macri al peor punto de su gestión. Descontenta la base principal de su electorado, no satisfechos los objetivos económicos, con graves internas, presionado externamente, el referente propició cambios que quedaron a medias. Se mantuvo el acuerdo con el FMI, que garantizó fondos con grave endeudamiento en el corto plazo y tras ello la percepción de que las tormentas se alejarían con el correr de las semanas. Las toneladas de encuestas encargadas por sus asesores externos -visibles en Olivos en aquel fin de semana, como actores involucrados- marcaban un techo al kirchnerismo. No había por qué preocuparse. El próximo sacudón sería, tras la crisis económica irresuelta en 2019, la derrota en las PASO presidenciales.

Tienen Alberto y Cristina los dos modelos a la vista. Como fórmula, son dueños de un capital que claramente debe mantenerse organizado bajo las formas de la coalición. No serían, en este presente, uno sin el otro; no caben las imposiciones, tampoco los atajos. Poseen la experiencia como para saber qué esperar de oficialistas y opositores, como también de actores internacionales. Las pinturas de todas las crisis, superpuestas, encuentran a varios jugadores comunes.

Una derrota en elecciones de medio término, puede ser digerida por todo oficialismo, como ocurrió en otros pasajes de la historia reciente. Pero también puede ser la antesala del final, cuando tras el mal resultado pulsean los entornos, se cede a intereses transitorios o parciales, se alimentan las diferencias o florecen las envidias.

Sin poder prescindir de las tensiones, los dos saben que la política de alta escuela, obliga a dominarlas.