Con la convicción de que no hubiese derramamiento de sangre, Raúl Alfonsín fue personalmente a negociar con el líder de los “carapintadas”, Aldo Rico. Voló en helicóptero, sin custodia y sólo acompañado por sus edecanes militares.

Al mismo tiempo, otros dirigentes como el radical Jesús Rodriguez, el peronista Antonio Cafiero y el intransigente Oscar Alende se trasladaron hacia la Escuela de Infantería también en Campo de Mayo, para impedir el avance de la multitud sobre los sublevados.

Regresó unas horas después a la Casa de Gobierno, rodeada de una multitud que había permanecido en Plaza de Mayo a la espera del desenlace. Y ante una marea rugiente y emocionada, Alfonsín reapareció en el balcón y con los brazos en alto pronunció la famosa frase: “Felices Pascuas. La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina”.

LEVANTAMIENTO CARAPINTADA DE SEMANA SANTA 04 DOMINGO 19 4 1987 02

Anunciaba así el fin del alzamiento “carapintada”. Días después se conocerían las consecuencias de la negociación con los insurrectos: la elevación al Congreso de la Ley de Obediencia Debida, que fue aprobada por mayoría. Había culminado el conflicto. Vendrían otras
insubordinaciones de los “carapintadas” y el debate sobre la impunidad, la correlación de fuerzas en aquella asonada y la continuidad de las instituciones democráticas.

En Córdoba, el festejo se dio rodeando la Legislatura. Era Domingo de Pascua.

Edición periodística: Jorge Navarro y Daniel Díaz.

Edición documental: Marcos Pedrosa