En la entrada anterior dije que cada uno a lo suyo. ¿Y qué es lo mío? El tiempo se ha ido un poco en trabajo (estoy colaborando en la elaboración de unas antologías del Plan Nacional de Lectura, leí las galeras de un libro que debían entrar a imprenta, grabe videos varios para bibliotecas u otros espacios que están apoyando con lecturas la cuarentena, lectura de algún cuento para mi nieta y otros niños queridos; leo mucho ensayo sobre la cuestión, también porquerías  (noticias basura relacionadas con la pandemia, reacciones curiosas de las personas, las “colecciono”, tal vez haga algo con eso), llamo o mando mensajes a personas queridas para ver como están, todos los días una llamada a las hijas, cada dos o tres días un mensaje a sobrinas, a algunas amigas, y así voy y vengo, a veces voy…, a veces vengo, porque aunque soy consciente del privilegio de estar aquí y no en la ciudad, en la casa con mucho terreno y no en un departamento, de estar con A. y no sola ni tampoco muchos chocándonos en la casa, y aunque la rutina no es tan distinta  a la que suelo tener cuando no viajo, con el paso de los días, el compartir solo con el otro que vive en la casa, la falta de contacto personal con otros, va volviéndolo todo muy extraño. También pienso mucho en cómo será todo, como será el mundo, los Estados y la vida de las personas después.