La dictadura del ’76. Los desaparecidos. Los milicos. La sociedad y la memoria. “Algo habrán hecho”. La ESMA. El olvido y el perdón. La teoría de los dos demonios. La teoría de las víctimas inocentes. El exterminio. El punto final. La obediencia debida.

Estos son temas que la sociedad argentina intenta discutir, con suerte diversa, desde la primavera alfonsinista. Son relatos que tratan de buscar explicaciones en torno a lo que le sucedió al país durante su período histórico más trágico.


Disímiles son las versiones que se han hecho presente en la sociedad para explicar esta Historia, que también ha sido relatada, registrada y puesta en escena desde el cine. Existen, en esta expresión masiva de la Industria cultural, visiones hegemónicas (versiones oficiales) y otras que difieren con esta manera de relatar (visiones alternativas).

El cine argentino ha intentado de diversas maneras y estéticas particulares representar estos temas. Durante la década del ’80 los intentos tuvieron como objetivo mostrar, informar y sensibilizar a los espectadores sobre lo sucedido.

Películas como La historia Oficial (de Luis Puenzo), el documental La República Perdida I y II (de Miguel Pérez) y La Noche de los lápices refuerzan una explicación hegemónica del pasado reciente. Desde aquí se legitiman ciertas explicaciones en torno al acontecimiento y no se problematiza en profundidad sobre el porqué de los sucesos y la voz de las víctimas aparece silenciada.

Se produce aquí una operación de exclusión y de olvido. Sobrevuela la idea (presente en la época) de no conocer, de no escuchar y del “yo no sabía lo que pasaba”.


En tanto desde otro lugar discursivo se intenta complejizar, profundizar las preguntas en torno a porque sucedió la tragedia y fundamentalmente los relatos de las víctimas logran una visibilidad social.

Visiones alternativas que restauran en el espacio público la voz y los cuerpos, que en la década anterior, se desaparecieron.


Aquí se encuentra la producción de Fernando “Pino” Solanas con películas como “Sur” y “El exilio de Gardel”; la ópera prima de Jorge Coscia “Mirtha de Liniers a Estambul”.
La operación que se establece a través de estos relatos es la de “aparición” de lo ausente y cómo las víctimas del terrorismo de Estado se convierten en reales presencias para posibilitar nuevas miradas del acontecimiento.


Son este tipo de visiones/versiones que logran lo que plantea León Rozitchner en cuanto a los usos de la memoria: “Recordar implica aproximar el horror de lo distante hasta convertirlo en próximo, traerlo a la memoria como imagen presente, darle sentido a su existencia pasada en lo que ahora vivimos”.


Es mediante estos discursos -películas- que las presencias recobran existencia real y la “aparición” se produce con el objetivo de informar sobre los hechos para que se conozcan, se recuerden, pero fundamentalmente para que no vuelvan a suceder.


Es por ello que existe una idea de “concientización” y aquí encontramos la dimensión política del relato cinematográfico y la posibilidad que tienen las imágenes en movimiento en la finalidad de mantener presente la memoria histórica y luchar contra la banalización del mal.


En palabras Rozitchner “se trata de crear como suelo que las sostenga las resistencias subjetivas, sí, pero también las externas y colectivas que en la realidad histórica las venzan e impidan que esos hechos de terror permanezcan impunes: que impidan que se produzca de nuevo”.

GARAGE OLIMPO - Film Trailer


Ya en las décadas posteriores películas como Garage Olimpo (Mario Bechis); Un muro de silencio (Lita Stantic); Cautiva (Gastón Biraben); La Sonámbula (Fernando Spiner); Potestad (César D’angiolillo); Los rubios (Albertina Carri) y La fe del volcán (Ana Poliak), Crónica de una fuga ( Adrián Caetano), La mirada invisible ( Diego Lerman); M  (Nicolás Prividera), Infancia clandestina (Benjamín Avila)  La larga noche de Francisco de Sanctis (Francisco Márquez y Andrea Testa) y La idea de un lago (Milagros Mumenthaler) refuerzan esta idea y se dirigen a lograr dichos objetivos.

Imágenes e historias que ocupan un lugar y un espacio negado y que cumplen con una finalidad política –y en definitiva ética- que significa la recuperación simbólica de aquellas voces, de los discursos y los cuerpos que la violencia de Estado ordenó callar y matar sin dejar vestigio de nada.

La larga noche de Francisco Sanctis [trailer]


La aparición y la existencia de estas películas logran lo que Nicolás Casullo formula como necesario para no olvidar: “La memoria de la historia leída desde la víctima es siempre contramemoria: memoria de imágenes impedidas, podría ser llamada, como noción que reúne –en ese impedimento- la conciencia de un pasado que se distancia sin medida. Imágenes que ante la imposibilidad de volver a componerse dejan apenas su huella desconsolada, el duelo, el
abismo, un nombrar perdido.”
Para no volver a desaparecer en las diversas forma que asume el olvido estas películas son necesarias para resignificar el acontecimiento y tenerlo presente.
De allí la necesidad -para las sociedades en general y nuestro cine en particular- de contar con este tipo de películas y tener la posibilidad de vernos reflejados para que “nunca más” sea una consigna real en una sociedad donde hasta las palabras han perdido sentido.