Es médico, comunicador social y también trabaja en Educación Sexual Integral. Sostiene que la deconstrucción es un proceso, no un acto, y que nos lleva toda la vida.

Para Marcos Ordóñez el machismo “no es bobo, tiene herramientas para ir adaptándose a los distintos contextos”. Habla de “masculinidad hegemónica”, la que predomina porque se vuelve de alguna manera un formato naturalizado, aceptado. Lo dijo en diálogo con Miguel Planells y Constanza Orlando, en el programa emitido por Canal 10.

“Los machos a la vieja usanza cada vez son menos aceptados o encuentran menos espacios pero de alguna manera el machismo y el patriarcado se han adaptado a los contextos y hoy tienen formas más amables, aunque en la práctica siguen manteniendo las mismas desigualdades, las mismas asimetrías y siguen sosteniendo privilegios”, indica.

No se nace, se hace

El especialista resaltó el carácter cultural y aprendido que tiene el machismo. “A la masculinidad tenemos que entenderla no como un devenir propio del ser biológico del varón sino que es una construcción absolutamente cultural. Digamos que hoy machista no se nace sino que se llega a serlo a partir de un conjunto de dispositivos sociales que nos van preparando y determinando para responder con ciertas características estereotipadas que se ponen e imponen como ideales. Lo que aparece cotidianamente en todos los hogares son estas dificultades de los varones, esta negación de los aspectos que tienen que ver con lo doméstico".

Desde chiquitos y chiquitas

¿Y dónde está el origen de esta construcción machista?  Para Ordoñez, si  pensamos la masculinidad como una construcción social, empezamos a ver que participamos todos y todas en la socialización de los niños y las niñas.

“A un niño lo vamos a socializar con juegos que tienen que ver con autitos, armas, herramientas, soldados, etc.  Fíjense que ya en el terreno del  juego y desde que tiene uso de razón este niño ingresa a nada de lo que tenga que ver con el afecto, con el cuidado o con lo doméstico, así que esa marca queda grabada a fuego de tal manera que muchas veces en muchos varones no hay una mala fe sino que hay una especie de inutilidad aprendida. Con esto no quiero justificar, simplemente, poder poner a la luz estos mecanismos pedagógicos que tenemos incorporados, naturalizados e internalizados como sociedad de cómo debe ser un varón".

La nueva masculinidad

A todo efecto se le opone una reacción y es lo que está sucediendo con el feminismo y la ola de mujeres que comienzan a surgir en todos los ámbitos. Esta es, un intento de reedición para asegurarse la permanencia.

“Evidentemente va a surgir una nueva masculinidad a la luz de la interpelación de los movimientos de mujeres y del feminismo, que están poniendo justamente en cuestión todo esto, pero lo cierto es que este formato se sigue reeditando, reformulando para seguir manteniendo una serie de privilegios que hemos hecho carne y los hemos considerado absolutamente parte de una especie de derechos de los de los varones”, señala el médico.

Poco ruido y pocas nueces

En relación a qué hacen los hombres para cambiar esa hegemonía de privilegios masculinos que sigue provocando víctimas a diestra y siniestra, Ordóñez cree que los hombres no se hacen cargo. “Los varones nos estamos involucrando de manera superficial en la transformación, es decir con cambios más vale del tipo performático, en nuestra manera de ser y aparecer ante el mundo... pero no está habiendo transformación". "Este reclamo de que nos impliquemos significa que debemos implicarnos seriamente en la transformación de los pares”, agregó.

Considera que los varones aún no empiezan a visualizar y a marcar como un aspecto negativo de la masculinidad, la violencia, “como si nosotros no tuviéramos nada que ver con todo esto, o nuestros amigos o nuestros conocidos o en nuestro mundo no pasa. Sin embargo las cifras dicen otras cosas".

¿Cómo arrancar con el cambio?

El especialista no se queda atrás a la hora de brindar herramientas a los varones para empezar a involucrarse en el cambio en los lugares donde se mueven. “Tenemos que empezar a repensarnos como varones, pero fundamentalmente en nuestra lógica con nuestros pares, no podemos seguir haciéndonos los tontos de que los violentos pertenecen a otros grupos, a otras tribus o a otras manadas. Están al lado nuestro. Son parte de nuestro cotidiano y lo vemos en ese conjunto de violencias a las que muchas veces se les llaman micromachismos. No deja de ser necesario plantearnos  que esto de la deconstrucción, pero pensar en la deconstrucción no como un acto sino como un proceso que nos va a llevar toda la vida. En principio poder empezar a pensarnos y mirarnos críticamente y después eso mismo empezar a trasladarlo de alguna manera a nuestros grupos: qué cosas empezar a dejar de tolerar o de hacer la vista gorda que tiene que ver con esto de socializar fotos, de socializar mensajes, de sostener discursos violentos, de saber que alguno tiene actitudes violentas y no cuestionárselas. Los varones tenemos ahora que tomar la posta también, porque para que se garantice un cambio absolutamente real, una transformación, tenemos que implicarnos todos en esto de pensar en, y proyectar en una, sociedad mucho más igualitaria".

Más lento que lo esperado

El cambio cultural se está produciendo, pero viene a paso lento. Y las esperanzas están puestas en las nuevas generaciones, sobre todo. Ordóñez señala en este sentido que "desearía que todo esto fuera un poco más rápido, pero las nuevas generaciones al menos se vienen despojando de esa carga, de los mandatos que nos llevan a estas expresiones de machismo explícito. Pero es un cambio lento y por ahí contradictorio, con matices, no es que ya las nuevas generaciones vienen absolutamente deconstruidas, no. Va a ser un proceso, tanto para las viejas generaciones, a las cuales les tengo poca fe, como también para las nuevas, que también han sido socializadas en estos formatos".

La ESI y la Ley Micaela como herramientas

Para Ordóñez el abordaje de las nuevas masculinidades, los machismos solapados, los micromachismos, etc, son algo que nos debemos plantear como sociedad.  “En todo este proceso la Educación Sexual Integral sería una herramienta fantástica para darle a todos los chicos y las chicas elementos para empezar a mirar críticamente estos formatos en que somos educados y socializados". Y por otro lado, está lo que ocurre en el ámbito laboral con las desigualdades de género. La ley Micaela (27.499) es fundamental porque brinda estas posibilidades de generar espacios de formación dentro de espacios de trabajadores donde creo que de alguna manera uno puede dar otra perspectiva y empezar al menos a repensar cómo somos, cómo deberían ser unos vínculos más ideales, más humanos, más igualitarios, más solidarios, más cooperativos".