Villa Caeiro, Santa María de Punilla, Villa Bustos. Casi una continuidad urbana a lo largo de la Ruta Nacional 38. Aunque comenzaron como núcleos urbanos separados, en la actualidad, Villa Caeiro y Villa Bustos son barrios del municipio de Santa María. Están bordeadas por el río Cosquín.

Villa Caeiro se presenta con un tradicional apellido ligado a la medicina cordobesa. Difícil de
pronunciar por su abundancia de vocales, muchos habitantes del lugar lo pronuncian como “Cairo”, aunque estemos muy lejos de Egipto.

A poco de ingresar a la localidad, a mano derecha podemos tomar un camino lateral que, luego cruzar el río Cosquín, nos permite llegar al Hospital Domingo Funes. Es un hospital regional que se encuentra activo. Hace pocos años se hizo tristemente célebre por una denuncia ligada a la venta de bebés.

Más hacia el norte sobre la Ruta 38, ya en la zona céntrica de Santa María de Punilla, podemos tomar por otro camino que cruza un viejo puente. Si lo hacemos, llegamos a los terrenos de la Colonia Santa María de Punilla. Un portal sobre el camino marca el ingreso. Solo un kilómetro más adelante, esa traza finaliza en un verdadero laberinto de viejos edificios, algunos de ellos ruinosos, y caminos internos.

Estamos entre los vestigios del antiguo Hospital Santa María de Punilla, que había nacido en los albores del siglo XX como Estación Climatérica. El hospital se dedicaba al cuidado de personas con enfermedades respiratorias y muy particularmente, la temida tuberculosis.

Hoy, sin embargo, la zona constituye un extraño rompecabezas. Un gran pabellón alberga al
CEPROCOR, Centro de Excelencia de Productos y Procesos de la provincia de Córdoba. Un centro de investigación y servicios que tiene esencialmente tres líneas principales de trabajo: alimentos, salud, y medio ambiente.

En un pabellón gemelo al del CEPROCOR encontramos dependencias del Instituto Nacional de
Chagas. Se trata del Centro de Referencia de Vectores, un laboratorio de investigación que
contiene un enorme criadero de vinchucas sanas para la investigación del Chagas. Provee de esos insectos hematófagos – es decir, que se alimentan de sangre – a diferentes instituciones del País y países vecinos. Alrededor de 200.000 vinchucas, en frascos de vidrio, se encuentran en sus salas.

Su presencia no resulta tranquilizadora, por decirlo de alguna forma.

Otros de los viejos pabellones son utilizados como viviendas. Es difícil saber desde cuándo, o en qué contexto. Dos edificios se hallan totalmente derruidos, con serio riesgo de derrumbe. En uno de ellos se filmó una película cordobesa de terror, hace pocos años.

No termina aquí este mosaico. En el predio subsiste una unidad de salud mental. Ocasionalmente vemos a alguno de sus internos, deambulando por los caminos. Como sucede en muchas instituciones mentales, es el desamparo lo que destaca. Más lejos del ingreso, cruzando una vieja reja desvencijada, llegamos caminando al pequeño dique Las Higueritas.

Fue levantado por Carlos Casaffousth en 1889, mientras dirigía la construcción del viejo Dique San Roque. El paredón intacto de 13 metros de altura embalsaba una vertiente del lugar, y permitía contar con un reservorio de agua. Pocas veces encontramos, en un espacio tan reducido, un rompecabezas con tantas partes diferentes. Demasiado diferentes. La sensación que flota es la de abandono, potenciada por el hecho de que no se trata de un lugar de paso, sino final del camino, sobre el pedemonte serrano.

De regreso a la ruta, y más al norte aún, Villa Bustos homenajea con su nombre a su hijo más
conocido: el primer gobernador de la provincia, Juan Bautista Bustos. Pero esa es una historia
diferente.

Si querés saber más sobre los “Hospitales” de Santa María de Punilla, visitá el sitio de turismo científico de la UNC