Repartidores, cadetes, mensajeros. Aquellos oficios que genéricamente definimos como delivery cuentan con el Sindicato Único de Conductores de Moto de la República Argentina, gremio que tiene representación en 17 regiones del país e incluye a ciclistas.

En Córdoba son cuatro las sedes, precisamente en los centros urbanos más poblados: la capital, Río Cuarto, Villa María y Villa Carlos Paz. Aseguran, no obstante, que están en trámites para incrementar el número .

El SUCMRA existe desde hace casi 30 años. Nació tras las reformas a las leyes laborales practicadas durante la gestión de Carlos Menem, mucho antes del boom de los sistemas de entrega gestionados a través de una aplicación.

“Había una desocupación feroz. Era común que te echen del trabajo. Con la indemnización muchos compramos una moto para empezar a hacer ese servicio de mensajería. Fue mi caso, que era empleado de farmacia”, ilustra Mariano Robles, secretario general en Córdoba.

Eufemísticamente presentado como flexibilización laboral, aquel período es considerado una huella para el camino que recorren distintos proyectos de plataformas de servicios que proponen vínculos precarios entre empleador y empleados.

“Son procesos neoliberales parecidos. En aquel momento era el primer trabajo. No había otra manera de entrar al mercado laboral que esa, súper precaria. Ahora, los que tienen una bici, una moto, empezaron con las aplicaciones”.

Hoy son aproximadamente 10 mil los trabajadores de reparto en esta provincia. Unos mil se referencian en el SUCMRA. Otros tantos ensayan nuevas organizaciones con las que no hay coincidencias. Muchos no se han asomado a la agremiación.

En la cuarta entrevista del ciclo que presenta a nuevos referentes del sindicalismo, Robles, que se define “orgullosamente peronista”, cree que la precarización que proponen las apps ha sido el primer paso de una reforma laboral. Por ello, pide al Estado que asuma su rol de contralor.

-¿Hay un perfil de los trabajadores del rubro reparto y mensajería?
-En general son chicos jóvenes que tienen su primer trabajo. A partir de los cuatro años del macrismo, el perfil se diversificó. Al principio había muchos compañeros inmigrantes laburando en las aplicaciones. Después, por hambre, se sumaron de todo tipo. Tenemos madres con niños, gente grande. Ya no es más el primer trabajo, es un oficio.

-¿Se han actualizado las demandas del gremio a partir de la masiva incorporación al mercado laboral de repartidores?
-Sí. Por un lado hubo un crecimiento cuantitativo de compañeros que se incorporaron al gremio. Después, hay un laburo que hacer sobre dos cosas. Una es el discurso: hay compañeros que se sienten identificados, se sienten parte de la empresa, pese a ser tercerizados. Por otro lado, la aplicación no afronta ningún tipo de responsabilidad empresarial. Los chicos se pagan el monotributo, no tienen vacaciones, no tienen aguinaldo, ningún derecho. Antes de que lleguen las aplicaciones nosotros ya veníamos en un proceso de regularizar la actividad. Luego fue un retroceso porque volvimos a foja cero. Hoy son mucho más los compañeros de aplicaciones que los de mensajería. Por eso debimos reforzar el laburo de toma de conciencia gremial del compañero, de que no es un trabajador independiente, sino que depende de una empresa.

-¿Se acercaron los trabajadores de las app o fueron ustedes a buscarlos?
-Fuimos nosotros. Porque para engancharte las apps tienen ese discurso de que sos emprendedor, independiente, que tenés tus propios horarios. Nosotros empezamos, muchas veces de cero, a explicarles que hay leyes laborales en Argentina, que la app por más que sea internacional se tiene que adecuar a las leyes laborales del país, etc. Un laburo de hormiga, pero viene dando sus frutos. Los mismos chicos hacen su propia experiencia. Hay muchos que al principio dicen que no quieren saber nada. Pero después, cuando empiezan a vivir todas las injusticias que sufren, empiezan a entender que el sindicato es una herramienta.

-Parece difícil hablar de patronales. ¿A quién interpelan como tal? ¿A quién se dirigen cuando hacen un reclamo?
-Fue una reforma laboral lo que hicieron con nosotros. Por ejemplo, en Córdoba las aplicaciones no tienen ni oficina. O sea, si tenemos que hacer un reclamo, se lo hacemos a una cadena de lomitos, por ejemplo, que a su vez toma laburo de la aplicación. Tenemos que hacer una vuelta de tuerca porque los tipos no tienen siquiera una oficina donde uno pueda hablar con alguien. Es todo aplicación. Hasta el día de hoy los trabajadores venimos perdiendo con los avances tecnológicos. Las empresas lo aprovechan muchísimo más que los trabajadores.

-Esos avances tecnológicos no sólo son presentados como inexorables. Además se asegura que van a mejorar la calidad de vida. Ustedes creen que la digitalización de las actividades puede derivar en la precarización de algunos trabajadores.
-Por supuesto. Por esa digitalización la patronal pasa a ser como fantasma. Se oculta a través de la digitalización. Nosotros tenemos que andar buscándolos. Las aplicaciones están registrados en AFIP como soporte tecnológico, lo cual es una estafa. Las leyes laborales formales, los convenios colectivos, están hechos para patronales existentes, que tienen su cámara empresaria. El desafío para nosotros, en esta situación, es obtener los mismos derechos que el resto de trabajadores.

-¿Hay que revisar ese marco legal? Es algo que también quieren las patronales, pero imagino que con sentido distinto.
-Desde lo conceptual no, no hay que revisar eso. Hay que revisar los funcionarios que no funcionan en el Ministerio de Trabajo. Según leyes y convenios vigentes, los trabajadores se sientan con la patronal y el ministerio arbitrando para que la cosa sea justa. Bueno, si la patronal se oculta atrás de la digitalización, andá a buscarlo, sea brasilero, holandés o alemán. Hay una clara relación laboral y está probada. En España sentaron a los empresarios dueños de las aplicaciones. Acá tiene que pasar lo mismo. Se tiene que cumplir la ley, más que modificar.

-Esa relación laboral suele esconderse detrás de eufemismos: colaboradores, no trabajadores; ayudantes, no empleados. Recién mencionó que había una reforma laboral en marcha. ¿La negación del vínculo entre empleador y empleado es la muestra?
-Claro. Es hasta cómico. ¿Cómo nos negás a nosotros, que estamos todo el día en la calle y te pasamos por la cara? Soy el que te trae la pizza a la noche ¿cómo negás eso? Pedidos Ya tiene publicidad en la Copa Libertadores. Es como tapar el sol con la mano.

-¿Cómo es la relación con los gobiernos? ¿Tienen interacción con los ministerios?
-En años anteriores, cuando fue el surgimiento de las aplicaciones, no tuvimos ningún avance. Ahora, con este gobierno, estamos tratando. Lo que pasa es que hay muchas cosas que no funcionan. Estamos llenos de buenas intenciones, pero se mueve mucha plata. Hay mucho lobby. Hemos acudido a legisladores e incluso presentamos proyectos para la regulación de la actividad. Tenemos algunas experiencias que funcionaron. Por ejemplo en Villa María y Santa Rosa, La Pampa, donde hay ordenanzas específicas. Pero hay muchas vueltas para que se concreten proyectos nacionales. La parte de la lucha gremial nos toca a nosotros, pero después tenemos que tener algún soporte legal como para bancar eso.

-Han existido proyectos. Una de las dificultades que afrontaban para su elaboración, según decían, era definir con precisión la actividad y a quiénes engloba. Otra era cómo se delimitaba la jornada laboral.
-Hay un montón de experiencias de otros gremios que se pueden tomar. Nosotros tomamos, para nuestros proyectos, del estatuto del peón rural. Salvando la distancias, también tienen épocas de mayor actividad y épocas en que están parados. No es un horario laboral normal, de ocho horas. Cambiando datos y actores, podríamos hacerlo. Vos tenés que cumplir una cantidad de horas mensuales, como cualquier trabajador. Si podés hacer dos horas un día y hacer 14 horas otro día, eso es otro tema.

-Justamente, la posibilidad de regular las horas de trabajo es uno de los aspectos que destacan quienes promueven estos trabajos.
-¿Por qué no? Claro que se puede. Siempre que esté dentro del artículo 14 de la Constitución Nacional y las leyes laborales vigentes. El tema es tener voluntad política para regular a más de 50.000 trabajadores en el país que están precarizados. Otra parte importante es que los legisladores que presentaron proyectos nunca nos consultaron a nosotros. Es lógico que les resulte difícil buscarle la vuelta si no consultan, si no van a la fuente.

-Si no les consultan a ustedes predomina la palabra de las empresas.
-Exactamente.

-¿Se sienten acompañados por las centrales gremiales?
La verdad que sí. Nosotros estamos en la CGT Regional Córdoba, que nos ha dado un gran apoyo, incluso traspasando límites de formalidad. Por ejemplo, en plena pandemia, cuando no podíamos salir a trabajar, nos han gestionado bolsones de comida. También nos prestan un lugar: nuestro gremio funciona en la sede de CGT. Nos han dado una gran mano con la obra social, que no tenemos. Armamos una cartilla provisoria gracias a gremios amigos, como Gráficos, que nos facilita el 40% de descuento en farmacia. Además, el SEP nos presta el campo de deportes. Para nosotros, en este nivel de informalidad, todo lo institucional, tanto como la solidaridad de otros compañeros, es importante.

-Frente a la digitalización y los cambios en la forma de empleo se piensa también en la necesidad de renovar las estructuras sindicales.
-Nosotros, en particular, precisamos lo contrario. Precisamos institucionalizarnos, ser lo más formales posible para que nos reconozcan. Siempre está bueno renovar y adaptarse a las nuevas realidades. Pero esa renovación no quiere decir que las estructuras sindicales se cambien. Hay muchas cosas que están buenísimas y otras que se practican mal. Pero como herramienta, el sindicato es fundamental.