“En Marketplace (de Facebook), a diferencia de una plataforma de e-commerce tradicional, no hay validación de usuario. En Mercado Libre para abrir una cuenta es necesario dejar muchos datos, ya que cotiza en la Bolsa y tiene responsabilidad social empresarial. Piden una foto de DNI y una foto con un gesto especial, por el sistema de identificación digital, para comprobar que no sea robada la foto del DNI. En Marketplace no hace falta esto, directamente abrís una cuenta y salís a vender. Para abrir la cuenta, necesitás un correo electrónico y una validación por celular, que puede ser con un chip ‘bolsero’ (NdR: comprados al por mayor, sin que quede registro de su real propietario). No digo que es tierra de nadie, pero sí que se están aprovechando”.

El que habla es Franco Pilnik, fiscal cordobés a cargo del área de Cibercrimen, especialista en Derecho Penal Económico y autor del libro Delitos en el Ciberespacio. A cargo desde 2019 en una fiscalía abocada de manera exclusiva a los estragos digitales, Pilnik no duda en afirmar que entre 2020 y lo que va de este 2021 hubo una “explosión” de esta clase de delitos. Consultado por Redacción Mayo, brindó una exhaustiva radiografía acerca de cómo los delincuentes se aprovechan de Marketplace.

“Facebook e Instagram son redes sociales para poner fotos de vacaciones, comiendo, con amigos y haciendo cualquier cosa un fin de semana. En el medio, apareció una suerte de ‘tienditas’, pero no son plataformas de e-commerce. Por eso, tienen muchos menos controles sobre quiénes venden y quiénes compran. Cuando tenemos que investigar algún delito y necesitamos algún oficio de Facebook, es muy complicado todo el proceso. Hay que mandar notas en inglés y en castellano, y demoran en contestar... Con Mercado Libre es todo lo contario, tenemos una línea directa y responde de manera veloz”, continuó la descripción y la comparación.

“El ‘arbolito’ de la peatonal que antes te ofrecía dólares o un Rolex barato que no sabías si era robado o ‘trucho’ ahora está en las redes. Es mucho más grande el costo-beneficio para el estafador. Antes, cuando no había redes, tiraban la caña de pescar en un radio físico y de horario. Ahora, con un clic pueden llegar a todo el mundo y durante todo el tiempo que quieran. Cambió la dinámica delictiva completamente. Le decimos cibercrimen, pero es el mismo delito: hackean la cabeza de la gente, la engañan, pero no es que engañan a un sistema computarizado”, destacó.

Pilnik hizo referencia la multiplicidad de delitos que afloran bajo el mismo esquema cibernético: compra y venta de objetos robados, falsas ofertas que luego terminan en un asalto cuando el incauto comprador va con el dinero al punto de encuentro acordado, transferencias por transacciones que luego nunca se completan, y la venta de objetos “auténticos” que en realidad son sólo meras réplicas, forman parte de ese mosaico inabarcable.

El cibercrimen incluye otras tretas ilegales mucho más complejas: grooming, pedofilia, tráfico de drogas, secuestro de datos y otras operatorias en las que sí aparecen hackers volcados a la delincuencia organizada. Todo, en el mismo universo digital que ya de virtual no tiene nada, porque siempre sus consecuencias terminan por ser dolorosamente reales.

* Esta nota originalmente fue publicada en Redacción Mayo