Cristina Fuentes vivía en un departamento de barrio centro, donde una inquilina subalquilaba las habitaciones. 

Cada uno de los trabajadores que rentaban la pensión informal debieron abandonar la residencia por la falta de trabajo en medio del aislamiento social obligatorio por el coronavirus. 

En este contexto, Cristina como enfermera empezó a tener más trabajo y siguió cobrando y abonando el alquiler de la habitación. 

Ella trabaja más de 12 horas por día en distintos hogares, cuidando niños y niñas con enfermedades graves. 

Cristina es empleada por tres empresas de internación domiciliaria en el área pediátrica.

"Son pacientitos de alto riesgo con traqueotomía, botón gástrico, parálisis cerebral, displegia de cadera, epilépticos, cuadripléjicos y demás patologías de ese grado", cuenta Cristina en la Crónica Matinal por Canal 10.

Cuando los vecinos se enteraron de la profesión de Cristina reaccionaron de la peor manera. Con insultos y agravios, buscando que se retirara del edificio. 

Finalmente, le dejaron un mensaje con graves amenazas:

"Sabemos que te vas. Ya hera (sic) hora!!! Nos ibas a matar a todos, enfermera de mierda. El 1A iba a ser prendido fuego".

Entonces, Cristina se decidió. Debió mudarse a la casa de un amigo.