Confinamiento o cuarentena, las distintas medidas de aislamiento que han tomado los gobiernos para enfrentar la pandemia del coronavirus han tenido un elemento común: el empleo de plataformas digitales para resolver actividades hasta entonces presenciales.

Originariamente pensadas como vehículos de comunicación, el uso excesivo de aquellas plataformas había sido advertido, antes de la pandemia, por analistas que las vinculan con la denominación por antonomasia del modelo interactivo: 2.0.

Ese horizonte señala el economista y tecnólogo Santiago Bilinikis, quien advierte que por el hombre ha diseñado herramientas que terminan dominándolo.

En diálogo con Canal 10 el especialista advierte sobre el predominio de una tecnología persuasiva. Es decir, el uso de aplicaciones móviles y páginas web para cambiar lo que pensamos y lo que hacemos. 

"Todos estamos acostumbrados a usar herramientas. Si querés dibujar agarrás un lápiz, dibujás y dejás de dibujar cuando quieras. Las aplicaciones del celular son un tipo de herramienta que no hacen lo que nosotros queremos, sino que enseguida empieza a inducir qué tipos de conductas vamos a hacer nosotros", señala.

"Todo comienza con las notificaciones. Uno agarra el teléfono y quiere usarlo para algo, pero cada plataforma tiene interés en que hagas otra cosa, porque todo momento en que vos no estés usando esa plataforma es tiempo que ellos no pueden monetizar a través de la publicidad. Entonces ponen notificaciones. Y el objetivo de la notificación es interrumpirte, cambiar lo que ibas a hacer para que vayas a hacer lo que a cada plataforma le conviene", añade. 

"Además tienen un esquema fenomenal de selección de contenidos para que no puedas dejar de usarlo, para que quieras mirar otra foto, otro video, otro tuit. Eso hace que en todos lados estemos todos mirando el teléfono. Eso está detrás de esta cuasiadicción", amplía.

Las empresas poseedoras de grandes plataformas han obtenido enormes ganancias durante la pandemia. El uso intensivo de redes sociales permite conocer aún más a los usuarios, a quienes luego podrá ofrecer publicidades y "servicios" con mayor precisión.

"Saben todo de nosotros. Utilizan esa información para seleccionar el contenido que ponen en las notificaciones para maximizar las chances de que hagas click y dejes de hacer lo que ibas a hacer. Después, para seleccionar el contenido que te haga permanecer más tiempo", explica.

Como ejemplo, uno de los organizadores del ciclo de charlas TedX cita lo que sucede con las plataformas de contenidos on demand, donde el consumo cuasi adictivo es presentado como natural.

"Se suma Whatsapp, donde se genera la expectativa de que uno, en todo momento, tiene que estar disponible para responderle a todo el mundo porque demorar o no responder un mensaje es ofensivo. Así terminamos corriendo constantemente detrás de lo que las plataformas sociales quieren de nosotros más que con un control pleno de nuestra vida", añade.

Ante tal panorama, el autor de los libros Pasaje al Futuro y Guía para sobrevivir al presente, propone retomar el control de nuestros dispositivos. A tal fin propone dos acciones principales.

"Una es anular todo tipo de notificaciones que nos llegan al teléfono: que no tengas propuestas de cada aplicación tratando de llevarte a su plataforma. La otra es poner un límite de tiempo para el uso de cada aplicación, porque siempre hay otro tuit, otra historia, otra foto para mirar", plantea.

Espejo distorsionado

Contracara del consumo permanente de contenidos digitales, los usuarios son también invitados a producir contenidos sin pausa. Oferta infinita para una demanda inagotable.

Pero, advierte el profesional, la paleta donde coinciden ambos extremos de la cadena tienden a mostrar imágenes distorsionadas de la realidad.

"La mecánica de los seguidores y los Me Gusta creó una moneda explícita, pública, para medir la aceptación social de las personas. Todo el mundo puede ver quién es más popular, quién tiene más seguidores. Eso genera una gran presión a hacer lo que les guste a los demás, más allá de lo que vos quieras hacer. A mostrar una vida que no es real, retocando fotos para que parezca que vivís mejor, simplemente para que se vea cuán aceptado sos", desarrolla.

En la semana que se acerca a su fin la cantante y actriz Oriana Sabatini publicó una fotografía mostrando su cuerpo al natural. Es decir, sin retoques digitales. La polémica subsiguiente permite al emprendedor graficar este problema.

"Se genera impacto cuando alguien muestra cómo es realmente. Tenemos que tratar de romper el espejo distorsionado que las redes nos dan. Vos mirás las redes y parece que todos están de fiesta, pero no es la realidad. Uno ve la vida de los demás a través de este espejo distorsionado donde todo parece mucho mejor de lo que realmente es", sentencia.