Dice una frase que circula en las redes sociales: “Los abuelos deberían ser eternos”. Quienes tuvimos la dicha de tenerlos, y ya no están entre nosotros. podemos confirmarlo: sí, deberían ser eternos.

Abuelos y abuelas, seres que ocupan un lugar en la vida de las personas y en muchos casos dejan una huella imborrable. La mamá y el papá de nuestra mamá y nuestro papá. Nos miman, nos acompañan, nos protegen. Son portadores de historias familiares, conservan en su memoria los detalles de las vidas cercanas a las nuestras, esos detalles que no se encuentran en internet, que nadie publica en Wikipedia, pero que basta con hacerles una pregunta y mostrarles que tenemos ganas y tiempo de escuchar para que la magia aparezca: el abuelo o la abuela comienzan un relato que nos atrapa y nos invita a viajar con anécdotas y vivencias en primera persona.

En los países de cultura cristiana se ha elegido como fecha de homenaje el 26 de julio, por ser el día en el que la liturgia católica conmemora a san Joaquín y a santa Ana, padres de la Virgen María y, por tanto, abuelo y abuela de Jesús. En nuestro país tenemos también festejos individuales por género: Día del Abuelo, que se festeja el tercer domingo de agosto, y el Día de la Abuela, que tiene lugar el segundo domingo de noviembre.

Más allá de la efeméride, es una fecha para que desde cada lugar de la sociedad podamos expresar el valor que tienen los abuelos y las abuelas. Pensar que no sería lo mismo la vida si este vínculo no existiera. Tal vez, en este tiempo de pandemia, en el que muchas personas mayores que tienen nietos y nietas han sentido las ausencias de abrazos y besos, podemos reflexionar sobre cómo contribuir, de acá en adelante, para que no se sientan olvidados, reemplazados por una pantalla o, simplemente, sentirse descartables. Pensar en cuánto más podremos disfrutar de su presencia y de qué forma sumar momentos, más charlas, más amor junto a ellos. Si no podemos estar presentes físicamente, podemos escribirles una carta, aunque suene raro en estos tiempos de WhatsApp y tiktok, una carta de puño y letra es algo especial que se puede atesorar. Podemos llamarlos por teléfono y conversar un ratito, leerles, escucharlos. Disfrutar canciones y películas. Dedicarles tiempo, un regalo precioso.

Alguna vez leí que “Abuelar” significa cantar con ternura, dedicación y entrega de máximas. Pero, sobre todo, escuchar con suma atención. Ofrecer consuelo y brindar los más acertados y atinados consejos. Dar el aliento que muchas veces les falta a los nietos y a las nietas para animarse y salir adelante. Ahí, creo yo, está la esencia, el secreto de este vínculo inigualable: en que ellos y ellas en sus años vividos portan la experiencia de la vida y son quienes pueden transmitirla. Entonces, al “abuelar”, dejan huella, al dejar huella, de alguna forma, las abuelas y los abuelos pasan a la eternidad. Cuando logramos reconocer en nosotros algo suyo, un gesto, una mirada, una palabra, una actitud, quiere decir que siguen estando, que nunca se van del todo.