Ale y Mir son pareja hace ya cinco años, sus vidas estaban en el sur del país, en la ciudad de Bariloche. Allí trabajaron y vivieron antes de emprender su viaje sobre “El Chasqui”. El estilo de vida “rodantero” nunca estuvo en sus planes, ella trabajaba como empleada en el rubro comercial y él era profesional del área de la construcción. 

Una tarde, paseando por Las Grutas en sus vacaciones, al norte de la Patagonia, conocieron a una pareja de viajeros. En una feria, a la vera de su vehículo, vendían aromas, sahumerios y postales. Esas instantáneas impresas en papel captaron la atención de ambos. Los sorprendió un mundo de paisajes desconocidos y la novedad al descubrir que había otra manera de vivir.

‘De Ushuaia a Alaska’ era el lema escrito sobre la pared del vehículo. “Quedamos sorprendidos, un poco impresionados de que se pudiera vivir de esa manera, de que había otra forma de vida diferente. Si bien esas ciudades a nosotros no nos interesan particularmente, captó nuestra atención y yo quedé pensando mucho tiempo en ellos”, cuenta Mir. 

Alejandro y Mir en Ñirihuau, una localidad de la provincia de Río Negro. Foto: Gentileza.
Alejandro y Mir en Ñirihuau, una localidad de la provincia de Río Negro. Foto: Gentileza.

Poco más de un año después, el mundo se paralizó por la pandemia y lo que era un mero sueño comenzó a parecer posible. 

“Me acuerdo que era un día de esos de invierno en el sur, super fríos, con lluvia y nieve, donde lo único que podes hacer es quedarte adentro. Ahí le digo a Ale, que tal si les hablamos a estos chicos, qué será de ellos. Justo estaban en la ciudad y los invitamos a comer, súper espontáneo y de ahí creo que de a poco tomamos esa decisión”, recuerda ella. 

Una tarde junto a esos viajeros los ayudó a finalmente lanzarse junto a un nuevo proyecto de vida. Su compañero de cuatro ruedas, “El Chasqui”, es el legado del papá de Mir. El vehículo estaba frenado, y con mucho esfuerzo pudieron acondicionarlo para emprender el recorrido que nacería en Bariloche y tiene como destino final alguna ciudad de México. 

Ese primer año de pandemia, lentamente dejaron un poco de sus vidas tradicionales. Mir aprovechó los cambios estructurales de la empresa en la que trabajaba y dejó su puesto. Se mudaron juntos para poder alquilar uno de sus departamentos, y vendieron muchas de sus pertenencias. 

“Una cosa que hacíamos era aprovechar los saberes de otros, por ejemplo, si conocíamos a alguien que hacía aceites esenciales, o artesanías locales, se las intercambiamos por algún objeto que teníamos. Revalorizamos el trueque”, cuentan mientras intercambian unos mates. 

A día de hoy, obtienen ingresos de sus alquileres y también planean ampliarlos mediante la venta de esos productos que intercambiaban en Bariloche. Ella dice que no tiene miedo a probar otras cosas: “Un poco creo que el fin de esto es no tener tan planificado todo, conocer lugares nuevos también te abre las puertas a hacer cosas nuevas. Yo no tendría drama de hacer de moza, dar clases, no sé. Total lo que sé ya lo hice toda la vida”.

Mir confiesa tener un solo miedo: “Que la vida no me alcance para conocer todo lo que quiero en este mundo”. Dicen que problemas y desafíos siempre pueden suceder, pero que "los buenos siempre son más" y que “la gente siempre está dispuesta a ayudarte”. 

“Hay gente que nos para y nos dice ‘Es mi sueño’, y yo les respondo animate si es tu sueño siempre vale la pena”, agrega Alejandro. 

Sus preocupaciones disminuyen en el camino, y si algo sucede trabajan sin prisa para que se soluciones. Por dentro, el Chasqui es único. Tiene un amanecer pintado sobre los asientos delanteros, una cocina diminuta y esencial. Todo acomodado para ser esencial. 

“Se aprende a aprovechar los recursos disponibles. No gastás de más y te las ingenías. La imaginación empieza a volar mucho más”, sostiene Ale quien días atrás se las arregló para reparar un desperfecto de su baño, con pegamento y un repuesto.

Día a día, Ale y Mir suben al Chasqui, nombre que refiere a los mensajeros de la realeza inca. Desde Bariloche hacia la Patria Grande esperan conocer otras culturas y formas de vida. Confiensan con cierta ternura en la voz que extrañarán los afectos, amigos y familia. Aún así, el brillo en sus ojos los ayudará a alcanzar su sueño: aprender en el camino.