Los medios y sus periodistas se enfrentan a los estragos que causan los cambios estructurales en el modo en que la gente consume noticias y las hace circular. Cada vez es más frágil la conexión con el público por la falta de confianza o el desacople entre las agendas informativas y los intereses de la gente.

Uno de los aspectos más preocupantes tiene que ver con la credibilidad que se le asignan a los medios y sus periodistas. En Argentina, sólo el 35 por ciento de los ciudadanos confían en lo que leen en las noticias y nos ubica en el escalón más bajo de América Latina detrás de Chile (38%), Perú (41%) y Basil (48%).  Pero tal vez el dato más desalentador sea que esta tendencia es decreciente respecto del 41 por ciento de confianza que se registraba en 2018.

Las crisis generalizadas como la pandemia de Covid 19 o la guerra en Ucrania demuestran que los ciudadanos se vuelcan masivamente a los medios tradicionales y al periodismo profesional para encontrar noticias confiables. Pero son reacciones de corto plazo que no logran torcer con la tendencia de ecosistema que muestra cansancio y falta de músculo para reaccionar de modo consistente ante el problema.

Desconexión, falta de interés y evasión selectiva son los rasgos salientes que revela sobre el público la última encuesta global del Reuters Institute de la Universidad de Oxford sobre los hábitos de las audiencias. El sondeo se realiza en una muestra amplia de países y se repite todos los años para registrar los cambios más significativos de un sector expuesto a una dinámica extrema.

En la encuesta de este año se confirma una tendencia que señalan los consultados: la naturaleza abrumadora y deprimente de las noticias, los debates tóxicos sobre los temas y los sentimientos de impotencia están alejando a las personas de modo temporal o permanente de las noticias y los medios.

Los muros de pago por suscripción, los registros en línea y las barreras técnicas están poniendo cada vez más obstáculos para que las noticias circulen fluidamente, en especial entre las nuevas generaciones que se reconocen como nativas de las redes sociales y poco propensas a requerir información de actualidad.

Los usuarios de internet tienen a su alcance una magnitud inédita de contenidos, historias y noticias a solo un clic. Los editores y los periodistas deben esforzarse si quieren competir por la atención y el dinero de una audiencia muy exigente y super estimulada. Hoy no lo están logrando.

Los jóvenes se manifiestan poco dispuestos a mostrar sus datos en las webs si les requieren un registro para navegar los contenidos y consumen noticias prioritariamente de las redes sociales y desde un teléfono inteligente. Están muy conectados pero eligen de forma prioritaria el entretenimiento.

En algunos puntos de las encuestas se descubre la necesidad de información confiable pero que contengan contextos cuidados. Muchos lectores jóvenes no entienden las noticias y eso se debe, en muchos casos, a que desconocen los antecedentes de los hechos y sus protagonistas.  

También esperan debates considerados y sin agresiones. La elevada temperatura de las tertulias políticas o deportivas en los programas de televisión o los debates tóxicos en redes sociales de alta agresividad como Twitter alejan a los públicos masivos y se terminan confinando a sectores intensos, minoritarios y de alta participación.

Pero también reclaman historias que inspiren y den esperanza en un futuro mejor. Muchas veces las coberturas sobre el cambio climático se limitan a reflejar las consecuencias: lluvias torrenciales, olas de calor o tormentas de alta intensidad. Tal vez un enfoque que proponga nuevas conductas individuales para alentar cambios sociales masivos en consumo y uso de los recursos pueda ser un camino superador.

Evasión selectiva

Uno de los datos salientes es la creciente evasión de las noticias por parte de porciones crecientes de la población. Este fenómeno responde a cuestiones locales como la brecha política de Estados Unidos donde el público inclinado a la derecha desconfía de los medios y se aleja de su exposición. Pero también ocurre en Alemania donde los hábitos de la gente suelen ser muy conservadores a lo largo del tiempo.

También se revela en Francia como un fenómeno que atrapa de manera especial a los grupos socio-económicos de menor nivel más propensos a las fake news y a las operaciones conspirativas en redes sociales.

En términos globales la mayoría de los encuestados dicen que los desanima la repetitividad de las agendas de noticias especialmente centrada en política y Covid (43%) o al agotamiento frente a las noticias (29%).

También un 29 por ciento dice que no consumen noticias porque no pueden confiar en ellas y un tercio (36%) de los menores de 35 años aseguran que las noticias les bajan el ánimo. El 17 por ciento prefiere evitar las discusiones que las noticias generan a su alrededor y un 16 por ciento responde que le generan sentimientos de  impotencia.

Estos hallazgos son muy desafiantes para los periodistas que suelen concentrar su atención en las crisis políticas, los desastres climáticos o los conflictos internacionales como los más importantes pero la gente los evade y manifiesta poco interés en ellos.

¿Qué deberían hacer los periodistas frente a este panorama? Está claro que se debe ampliar la agenda hacia nuevas formas de enfocar la información como el periodismo de soluciones o a preocupaciones como el cambio climático y cómo aportar para su solución desde una órbita personal. Dotar a las audiencias de esperanza en el futuro puede ser un camino pero también sondear en sus preocupaciones de índole más personal puede abordar los intereses desde una mirada renovada como los desafíos de la crianza y educación de los hijos, las iniciativas colectivas y solidarias para mejorar el entorno, los cambios en la alimentación o una perspectiva más compasiva con los animales puede conectar hacia los cambios que la sociedad empieza a reclamar.

Pagar o no pagar

Durante largos años los medios ofrecieron noticias en forma gratuita en la web para generar audiencias digitales y responder a cambios de hábitos. Pero cuando se impuso la necesidad de pagar por suscripciones la gente les dio la espalda y más aún en Argentina donde no hay una cultura afianzada de abonar por membresías o apoyar iniciativas económicamente.  De hecho, en la encuesta de Reuters los datos de nuestro país ni siquiera son significativos.

Los más apegados a esta costumbre son los países nórdicos y Estados Unidos donde, al menos el 41 por ciento de la gente pagó por noticias on line en Noruega o el 19 % en USA.
Pero a estos lugares ya llegó la fatiga de las suscripciones y los datos de nuevos usuarios comienzan a estancarse. La competencia por las suscripciones a otras plataformas como Netflix, Spotify y servicios de deportes relega a las noticias.

También se revelan fuertes concentraciones de las suscripciones, sobre todo en Estados Unidos, a las marcas más reconocidas como NYT, Washington Post y otros frente a medios locales o de cercanía profundizando la desertificación informativa que ya se manifiesta en varios estados que se quedaron sin medios de referencia para su región.

Imperio de las redes

En Argentina, 7 de cada 10 personas asegura que usa las redes para informarse y es un dato creciente respecto de la encuesta anterior. Lo que más sorprende es el ascenso de Instagram como fuente de noticias ya que pasó de 13 % en 2018 al 31 por ciento este año siendo la única que creció en ese rol.

YouTube se mantiene con el 27 por ciento de las preferencias para informarse y se revela como estable en los gustos de la gente.  Twitter y Facebook bajaron porcentualmente entre los gustos en consonancia con las tendencias mundiales.

También las preferencias marcan el ascenso de TikTok con fines de información y el 24 por ciento dice que recibe noticias por esta vía. Lo llamativo es que la selección de los videos que pasan en scroll son elegidos por el algoritmo y no por el usuario mismo.

Este último punto tal vez se destaca entre los demás por su valor significativo: devela un entorno muy complejo para los editores y periodistas donde las métricas impactaron en las calidad y los algoritmos desplazaron a los criterios de relevancia. Revisar a quién le habla el periodismo actual y sobre qué temas parece ser el asunto más urgente.