Cuando fue nombrado obispo de Tucumán el 20 de diciembre de 1995, a Carlos José Ñáñez lo sorprendieron algunos de los previsibles saludos que recibió, entre ellos el de José Manuel de la Sota.

El entonces dirigente opositor en la provincia hasta envió representantes a la ceremonia de asunción del flamante purpurado, que nació en la ciudad de Córdoba en 1946 , hizo la escuela primaria en el Colegio Sarmiento y el secundario en el Liceo Militar General Paz.

De la Sota y Ñáñez mantuvieron una cordial relación, pero a poco de asumir, el gobernador y el obispo protagonizaron un encontronazo que nunca trascendió, pero que sacudió a quien estaba al frente del Ejecutivo provincial y a su por entonces esposa, Olga Riutort.

La Iglesia invitó a De la Sota y a Riutort a una misa especial, en la cual el gobernador se ubicaría en un banco especial en su condición de primera autoridad de la provincia.

La relación de Carlos Ñáñez con De la Sota y Schiaretti

El mandatario dijo que iría acompañado de su esposa, pero la Iglesia de Córdoba no lo permitió porque ambos eran separados y aclaró que sólo podía estar allí De la Sota, quien sin embargo también era separado.

Ante la queja del matrimonio –que se había casado por civil-, Ñáñez finalmente accedió y la pareja gobernante pudo asistir a la celebración religiosa.

Antes, en noviembre de 1998 fue designado obispo de Córdoba, reemplazando al polémico y controvertido Raúl Francisco Primatesta. La relación entre ambos era sólo protocolar y nunca fueron amigos.

“Vos sos mi pastor”

Cuando Primatesta murió, en la homilía de su funeral Ñáñez le dio las gracias y recordó que el duro obispo bonaerense afincado en nuestra provincia le había dicho una vez retirado: “Vos tenés que decirme qué hago porque sos mi pastor”.

Le tocó reemplazar a un hombre de perfil alto, de activa participación política pero siempre sospechado de complicidad con la dictadura, especialmente por la acusación que le hicieron sectores progresista de la política en lo que hace a su nulo compromiso para esclarecer la muerte del cura Angeleli.

Años después, aceptó la invitación de un grupo de periodistas de esta ciudad para participar de una charla sin grabadores que se realizaba una vez por mes con personalidades de distintos sectores. El encuentro se realizó en una vinoteca ubicada en el Dino Mall. Allí, el religioso se definió como “un hombre moderado, de bajo perfil”. Su apreciación fue exacta, aunque debería agregarse que es un hombre conservador que generalmente rehúye de los conflictos.

Durante las dos décadas al frente de la Iglesia, Ñáñes tuvo un gran aliado: el gobernador Juan Schiaretti, quien también estudió en el Liceo pero estaba dos cursos por debajo del obispo. Sin embargo, forjaron una muy buena relación que se mantuvo con el tiempo.

De la misma promoción del prelado fueron Ignacio Vélez y José “Pepe” Fierro, que posteriormente fueron militantes de Montoneros.

No hay que confundir este Vélez con Ignacio Vélez Funes, abogado que adhirió a la Democracia Cristiana y que es el actual titular de la Cámara Federal de Córdoba.

Hace poco y en plena pandemia, Ñáñez intercedió personalmente con el gobernador para pedirle que dejara de lado la disposición que ponía límites a las celebraciones religiosas. Casi de inmediato, Schiaretti aceptó la solicitud y volvieron a darse misas sin problemas.

También hace muy poco tiempo, el obispo abandonó su bajo perfil para tener discursos duros con la clase dirigente y reclamar con dureza que se ponga fin a la grieta y se trabaje seriamente para combatir la pobreza.

Tras concluir sus estudios en el Liceo, Ñáñez ingresó al Seminario Mayor de Córdoba, se ordenó sacerdote en 1971 y luego estudió Teología en la Universidad Gregoriana, en Roma.

Concluyen dos décadas de un opispado con un conductor poco carismático, que se caracterizó por priorizar el trabajo hacia adentro de la Iglesia y con escasa presencia en la opinión pública.