No quieren conmiseración. Tampoco una acción benéfica. Mucho menos la compasión, maquillada de ternura, con que se trata a los adultos mayores. Quieren ser visibles. Piden dejar de ser discriminados.

Son trabajadores. Reclaman tal reconocimiento aunque, o quizás por ello mismo, lleven mucho tiempo sin cumplir con un empleo formal.

Muchos perdieron su puesto cuando sumaban lustros como empleados de diverso rango y avizoraban un horizonte previsional. Acaso sean los últimos representantes de una generación que a los golpes abandonó la idea de una carrera laboral en una empresa.

Cuentan con los 30 años de aporte necesarios para su jubilación pero aún no han alcanzado la edad exigida por la misma ley vigente. Por eso deben seguir procurándose ingresos para afrontar gastos a los que la salud añade volumen.

Transitando ese camino padecen la crudeza de un mercado laboral que tiende a desechar a quienes se van acercando a la vejez. La discriminación a los adultos acecha cada postulación.

La suma de contrariedades les conforma una compleja ecuación en la que el factor principal es el menguante tiempo. Despejada esa variable, les espera otra, también esencial: el dinero.

En cada búsqueda de empleo deben calcular, además, el impacto del salario ofrecido sobre una futura jubilación que se calcula según promedios tomados en los últimos 10 años. Una remuneración magra impactaría de lleno en su futuro haber previsional. 

Resignados, aceptan alguna de las variantes de la informalidad: changas, emprendimientos, tareas. Aunque generalmente mal remuneradas, no implican nuevos aportes, lo que termina siendo un "beneficio" para sus futuros haberes. 

Quienes se encuentran cerca de la edad límite (60 años para la mujer, 65 para el hombre) saben que deberán soportarlo por poco tiempo. Mientras, tienen ingresos para pagar cuentas. Otros ni siquiera pueden especular: necesitan al menos una fuente de ingreso. Rechazo y necesidad apabullan especulaciones. 

Integran un colectivo de más de 30 mil personas. Proponen una reforma previsional que les permita adelantar su jubilación. Al menos acceder a remuneraciones parciales hasta llegar a la edad requerida. Otra moratoria, en un país en que los derechos previsionales son vulnerados periódicamente. 


Ley 25994

Según la regulación vigente, en Argentina acceden a la jubilación aquellas mujeres mayores de 60 años y los varones mayores de 65 que reúnan (al menos) 30 años de aportes laborales. No existe actualmente un mecanismo para compensar a quienes hayan alcanzado los años de aporte requeridos pero no aún la edad requerida.

Desde hace ocho años un grupo ha tomado la tarea de exponer públicamente la problemática. Se organizan en torno a una página de Facebook identificada como Movimiento de Trabajadores Desocupados con más de 30 Años de Aportes. Comparten información a través de una casilla de mail: mtdmas30aa@gmail.com

“Buscamos una reforma previsional en la cual, al cumplir los años de aporte, a una determinada edad base, podés pedir la jubilación anticipada con una quita por el tiempo que te anticipaste. Eso sería lo más justo y está contemplado en países que tienen legislación más avanzada que la nuestra”, reafirma Hugo Daivez, referente del grupo.

“También hay otro tema. Tenemos compañeros que a lo mejor no llegan al 66% de capacidad. Ese no puede hacer ni changas y tampoco tiene ayuda del Estado”, amplía el vocero, quien pudo transitar el período post despido vendiendo productos gráficos, tarea ajena a su especialización en Sistemas. 

El pedido tiene antecedentes en la legislación nacional. El más reciente tuvo vigencia desde 2004 hasta abril del 2007. 

“Tuvimos una ley para la prestación anticipada por desempleo. Permitía acceder a un pago del 50% de lo que era el haber jubilatorio. La ley 25994 preveía que aquellos que ya tenían aportes suficientes y estaban desempleados pudieran acceder a una prestación para estar cubiertos porque todavía les faltaba por lo menos cinco años para acceder al beneficio jubilatorio” recuerda Daniel Medah. 

“Fue una buena medida porque permitió a esa gente tener una salida a una realidad tan fuerte como la de no tener trabajo en una época de crisis”, amplía el abogado previsionalista. 

El propio especialista contempla también la posibilidad de “una especie de subsidio por desempleo que dure más tiempo, que le de la posibilidad a la gente de poder estar trabajando”. 

Medah vincula tal opción al otro aspecto medular: el cálculo del haber que percibirán quienes mañana accedan a tal instancia.

“Para esta gente es muy difícil conseguir trabajo. Y no cualquier trabajo: si una persona tuvo un cargo gerencial, con muy buenos aportes, volver a reinsertarse laboralmente con un sueldo que sea mucho más bajo le va a destruir su futuro haber, que se promedia sobre los últimos diez años. Esto es lo que mucha gente aceptó en su momento para poder trabajar”, destaca.

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Credibilidad

Desde 2008 más de 20 proyectos han sido presentados para atender la situación del colectivo. 
“Se cajonearon en distintas comisiones, fundamentalmente Presupuesto y Hacienda, que es el que tiene la llave. En general casi todos son similares y repetitivos”, resume Daivez.

Actualmente dos iniciativas aguardan turno en la Cámara de Diputados. Uno es impulsado por Mirta Tundis, del Frente de Todos. Plantea una reducción de cinco años a las edades reglamentarias. Propone una jubilación mínima a percibir hasta llegar a ese momento. También un año de desempleo para el beneficio.

El restante proyecto pertenece a Alicia Terada, de Juntos por el Cambio, que presenta similares requisitos pero añade la condición de que la remuneración percibida por anticipado no sea inferior a la jubilación mínima vigente.

“No queremos privilegios. Por eso planteamos que nos descuenten lo anticipado en cuotas, como ocurre con las moratorias que se aplicaron para aquellos que no aportaron. El Estado nos anticipa pero devolvemos”, explica Daivez.

“No nos oponemos a las moratorias. Son políticas de Estado. Entendemos que hay gente que no llega a los años de aporte por distintas razones. Pero cuando vemos beneficios que abarcan a millones de personas tendemos a pensar que el gil es siempre el tipo que cumple”, amplía.

Junto con cuestiones demográficas, las moratorias son señaladas por especialistas como una de las razones que explican desequilibrios e inequidades al interior del sistema previsional.

“Los sistemas previsionales en el mundo están colapsando. Hay un problema porque cada vez hay una menor tasa de natalidad. Se estira la expectativa de vida y cada vez son menos las personas que activamente trabajan y aportan. Tenemos gente cada vez más longeva, que durante mucho más tiempo cobra beneficios, y menos gente en actividad porque nace menos gente”, explica Medah. 

“A eso se suma que en Argentina los sistemas previsionales han perdido su esencia. Los hemos mezclado con la idea del asistencialismo. Hay mucha gente que ha accedido a beneficios jubilatorios sin haber aportado nada. Hoy tenemos 7.5 millones de beneficiarios y más de 3 millones han accedido con moratoria. Eso ha hecho que la gente entre en la facilidad. Piensa `¿Para qué voy a aportar? ¿Para qué voy a tener un esfuerzo contributivo si después van a dar una moratoria y me voy a jubilar igual?´ La gente ha perdido credibilidad en el sistema jubilatorio”, añade. 

“Hay que crear un sistema jubilatorio que vuelva a dar a la gente la certeza de que, con un esfuerzo contributivo, va a tener una prestación a cambio. Hoy la gente de este grupo está sin trabajo, tiene aportes por cualquier cantidad de dinero y no puede acceder a ningún tipo de beneficio. Sin embargo gente que tiene más edad, que no aportó nada, tiene un privilegio. Tenemos que recuperar que la gente aporte porque sabe que en el futuro, por su esfuerzo, le van a dar algo a cambio que verdaderamente tenga un poco de dignidad”, sentencia.

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