“Un mundo de veinte asientos” fue una telenovela argentina que narraba la historia de amor entre un colectivero y una muchacha que se hacía pasar por la mucama de una familia de buena posición económica.

Al “Polaco” Goyeneche le hubiera quedado chica la telenovela y chico ese mundo.

Quizás porque más que indiscutido, aún se discute si fue por los castigos de faso y alcohol que se asestó, o simplemente por su tan original capacidad interpretativa, el “Polaco” es sinónimo de fraseo.

Si hasta los roqueros lo admiraron. Fito, por ejemplo decía que cantaba los puntos y las comas… y hasta los silencios. Lito Nebbia dijo más: si no los había los inventaba.

Quizás ¿o seguramente? porque no tuvo jamás formación académica… sencillamente porque el que daba clases era él.

Al volante del colectivo de la actual línea 19 de Baires, embelesaba, embrujaba dice la “Gata” Varela a la que apadrinó desde que la conoció en el café concert “Café Homero" perteneciente al cordobés de Ballesteros, Rubén Juárez.

A los pasajeros que conducía tan magistralmente como a su fraseo, les cantaba temas que no tenían nada que ver con lo despectivo de “La candonga de los coletiveros: “Semos los colectiveros que cumplimos nuestro deber. No se puede, yo lo siento, ni bajarse ni subir”, en la misma línea decadente de las recientes declaraciones políticas de Marcos Mundstock, quizás por la identidad de las iniciales…

La escuela gardeliana se hizo decidora en la voz de Goyeneche: ya no había guapos sino desamor.

Comenzó a grabar con el exquisito Horacio Salgán, y ahí nomás troco dirección de piano, por penas de bandoneón con Aníbal “Pichuco” Troilo

Luego se hizo solista (tal vez siempre lo fue) y es memorable su aporte al quinteto de Astor Piazzolla en plena guerra de Malvinas, cuando como ni loco había baladas, al Chiquilín de Bachín le mangueó “un ramo de voz así salgo a vender mis vergüenzas en flor”

Llegó al cine de la mano de Pino Solanas en “Sur”, ... paredón y después.. Sur... una luz de almacen... ya nunca me veras como me vieras, recostado en la vidriera y esperándote, y en la humedad de un café su garganta se hizo arena.

Antes el cantor de su barrio y de su Club Platense, había llegado al Teatro Colón.

Desde su muerte en 1994, nosotros seguimos con la ñata contra el vidrio.

El “Polaco” Goyeneche: del colectivo al Colón