Llegan vía México, luego de una temporada en el mar y tentados por relatos de otros viajeros. O desde Las Vegas después de enterrar lo que pasó allí. Otros viajan directamente a San Francisco por algún contacto y se trasladan hacia el corazón más profundo y agreste del oeste norteamericano. Son cordobeses que en número creciente, se aventuran al que parece ser el work and travel de moda: el cultivo y cosecha de marihuana en California y Oregon. Se sumergen por unos meses con su visa de turista en un mundo inquietante, empujados por el espíritu de aventura, la adrenalina que genera una actividad en la que se mezclan lo legal y lo ilegal, el deseo de conocer más de la cultura canábica en expansión y la posibilidad de hacerse de unos miles de dólares en poco tiempo.

El destino principal es el llamado Triángulo Esmeralda, conformado por Eureka, Trinity y Mendocino, al oeste de EEUU.

LA LLEGADA

En los pequeños pueblos de condados como Trinity, Mendocino, Humboldt, Lake en California o Josephine en Oregon se repite la imágen de turistas jóvenes de todo el mundo -cada vez más cordobeses-, en la puerta de los grow shop -especies de forrajerías- y de los Super con carteles ofreciendo sus servicios. Esperan la llegada de los Farmers, los dueños de las plantaciones de marihuana que se movilizan en grandes camionetas. Lucen como típicos granjeros de película, curtidos y desaliñados.

“Ahí la cosa es rápida: te cuentan cuál es el trabajo, cuánto te van a pagar y si está todo bien, te llevan a la granja, te muestran dónde vas a vivir y... a laburar. No hay contrato ni nada”, cuenta Pablo. Integró un grupo de cinco cordobeses que en 2020 trabajó en una granja de Lake, California. Lucas, de Carlos Paz, dice: “El vínculo es de palabra porque vamos con visa de turista, y las granjas no deberían contratar turistas. El negocio funciona por la mano de obra -barata para los farmers-  que aportamos nosotros”. Él pasó varios meses en una granja de Oregon adonde llegó tentado por un coterráneo que aún permanece.

TRABAJO, TRABAJO Y TRABAJO

“Ir a cultivar marihuana no es turismo de placer. Vas por los dólares y la experiencia, si te interesa la cultura canábica”, comenta Valentina que estuvo cosechando junto a su hermana y una amiga en Eureka, condado de Humboldt, que junto a Trinity y Mendocino integran el llamado Triángulo Esmeralda, popular entre otras cosas por la serie de Netflix La Montaña Asesina. En su caso los dólares de la cosecha y el aprendizaje le sirvieron para abrir un negocio vinculado al rubro en el Cerro de las Rosas. 

La producción de marihuana  es un proceso intensivo y casi todo manual. Una primera etapa incluye el montaje de los greenhouse -invernaderos-, armado de camas -estructuras de madera rellenas de tierra donde irán las plantas-, clonación de las plantas madres,  trasplante de los plantines y la plantación definitiva. Después viene la etapa de crecimiento que va de abril a octubre, la época con más horas de sol. 

Lucas, de Carlos Paz, llegó a ser capataz en las cosechas de cannabis en California

Lucas estuvo en una granja con 60 mil plantas en Cave Junction, un pueblito de Oregon. Participó de toda la cadena y llegó a ser grower, una especie de capataz. “Cada planta es como un bebé:  se levanta a las cinco de la mañana cuando sale el sol y se acuesta a las ocho de la tarde. Durante los 3 meses de crecimiento las tenés que cuidar una por una, lo que significa que tenés que estar 10 horas bajo el sol con 35 grados”, agrega. 

Deben racionar el riego, fertilizarlas y hacer control de plagas. Hay que evitar que aparezcan hongos, estar muy atentos a las larvas de mariposas porque se comen las flores, a los ciervos que rondan para invadir los cultivos y cuando hay incendios -muy comunes en la zona- limpiarlas de cenizas porque afectan la capacidad productiva. Quienes hacen esa tarea cobran entre 15 y 20 dólares la hora y suelen trabajar 6 días a la semana. 

La etapa final es la cosecha: se arrancan las plantas y se cuelgan a secar en galpones gigantes. “Es dura esa parte porque revientan de flores y largan una resina que te obliga a bañarte a cada rato y lavar la ropa todo los días”, dice Pablo. Una vez que está seca se trimma; es la última escala y  la más monótona, pero la más rendidora y la que más gente demanda. “Tenés que cortar las flores, sacarle las hojas secas y envasarlas en bolsas que se sellan hasta completar un pawn -475gs-. Te pagan entre 120 y 150 por pawn. Yo laburando hasta 12 horas nunca pude pasar de los 3 por dìa, pero se puede hacer más”, agrega Valentina que trimmeó dos temporadas: 2019 y 2020. Todos los consultados coinciden en que si se trabaja duro, se pueden embolsar entre 3000 y 5000 dolares por mes. “Muchos de los que vienen se quejan de que el trabajo es muy esclavo y capaz que sí, pero el cultivo es muy demandante”, remata Lucas.

Lucas estuvo en una granja con 60 mil plantas en Cave Junction, un pueblito de Oregon.

EL NEGOCIO

Tanto en las granjas de California como en sus vecinas de Oregon conviven la legalidad y la ilegalidad. Registros de 2018 cuando California autorizó la producción y el consumo recreativo, daban cuenta de que había 30 mil plantaciones y apenas un 10% eran legales.

La producción blanqueada se declara, tiene un precio estable, tributa y tiene una estricta trazabilidad. Otra parte va al mercado negro. “Un pawn con destino medicinal puede valer 2000 dolares; si va por afuera es mucho más”, cuenta Lucas. Mientras en California la marihuana está autorizada para fines medicinales y recreativos y predominan las especies ricas THC -el canabinoide que pega-, en Oregon sólo se autoriza el uso farmacéutico de plantas ricas en CBD. Pero la industria termina siendo funcional a la producción ilegal:  también está autorizado el THC porque los médicos pueden recetarlo y el “excedente” se distribuye para recreación. La comercialización la llevan adelante los preventistas, intermediarios con capital, gran capacidad de acopios y que fijan precio en función de la calidad del producto 

PELIGROS Y CUIDADOS

El norte de California y sur de Oregon, en el oeste norteamericano, es una zona de montañas y colinas con lagos enormes y bosques de pinos, maples y secuoyas gigantes y centenarias. Hay pocas ciudades repartidas en miles de kilómetros y pueblos pequeños rodeados de plantaciones de marihuana. Allí se convive con patos, cisnes, ciervos, osos, pumas y serpientes. Entre los lugareños y visitantes circulan innumerables historias negras sobre crímenes y desapariciones que datan fundamentalmente de los tiempos en que el cultivo era ilegal.

“El primer lugar en el que estuve fue Petrolia, en California”, cuenta Lucas, “y circulaba la historia de una chica oriental que había aparecido en un puente y relataba que se había escapado de una granja tras ser abusada y que había 9 chicas más allí, pero que no se acordaba la ubicación. Nunca supimos si era verdad”.

De todos modos, ninguno de los varios consultados refirió haber vivido situaciones desagradables o peligrosas más allá de las condiciones, a veces duras, en las que toca trabajar. “Nosotras conseguimos trabajo en un kiosco en plena ruta y estuvimos en una granja durmiendo en carpa mientras trimmeabamos y nunca nos pasó nada ni escuchamos nada raro”, dice Valentina”. Por supuesto, hay que adaptarse a la idiosincrasia de los lugareños que vive en medio de bosques. Pablo agrega otro punto: “Cuando encaras este viaje todo el mundo te advierte que tengas cuidado, porque hay mucha info sobre violencia, desapariciones…pero no es así”. Recomienda evitar algunas situaciones: “Sé de gente que fue a granjas ilegales escondidas en el bosque. Ahí a veces no te dejan usar teléfono o directamente no tenés conectividad, te dejan salir cada 25 días, si tenés algún problema no hay quien medie”. Y ejemplifica con el caso de una amiga marplatense que era acosada por un jefe mexicano y se tuvo que ir para evitar males mayores.

Las condiciones que ofrecen los granjeros son básicas. En algunas granjas hay casas que se comparten entre los trabajadores pero en otras no. En algunas dan la comida y en otras no. En algunas las condiciones sanitarias son aceptables y en otras no. Y a medida que el cultivo crece y se suma mano de obra, empiezan a florecer carpas y vehículos acondicionados para contener a los que llegan. “Lo que te recomiendan es que te compres una van usada o un utilitario y un colchón así tenés tu propio espacio para dormir”, agrega Pablo. 

La experiencia canábica no ofrece tiempo ni lugares para el esparcimiento. Los pocos días libres los pasan en reuniones a orillas de algùn lago, o los usan para abastecerse de lo que necesitan en los pueblos cercanos, lugares pequeños donde no hay espacios de diversión. Y todos los consultados coinciden en un contrasentido: “estás meses rodeado de marihuana de alta gama y si querés fumar es gratis. Pero mejor no hacerlo; te volvés menos productivo”