El camino que une las ciudades de Neuquén y Bariloche se caracteriza por la espectacularidad del paisaje, con figuras erosionadas por el viento a lo largo de las eras geológicas yobras como la represa de El Chocón y su lago artificial Ramos Mexía, de más de 800 kilómetros cuadrados, y los rescates paleontológicos en una de las zonas más prolíficas en materia de hallazgos prehistóricos.

Pero en esos kilómetros de estepa patagónica que se extienden hasta llegar a la zona cordillerana, la vista no es el único sentido a estimular. Al pasar por el kilómetro 1449 de la Ruta Nacional 237, mano a los Andes, los viajeros se sorprenden cuando, de pronto, escuchan la melodía de La Cucaracha que emerge debajo de sus autos.

Unas corcheas gigantes estampadas en blanco sobre el asfalto anticipan que, unos metros más adelante, llegará un “solo para ruedas derechas” que suena por efecto de la vibración de las líneas pintadas horizontalmente en el pavimento.

“La Cucaracha” está a pocos kilómetros de Piedra del Águila, una ciudad de alrededor de 5.000 habitantes edificada alrededor de un accidente rocoso, que es un paso obligado para cientos de miles de egresados y turistas que viajan a Bariloche.

Fuentes oficiales confirmaron que el “asfaltófono” de Piedra del Águila es una iniciativa de Vialidad Nacional que, al menos por ahora, se puso en práctica solamente en la provincia de Neuquén. Se trata de la una experiencia piloto cuyo funcionamiento está en etapa de evaluación, dijeron.

“Es una idea que se trae de Europa donde se usa principalmente en rutas que pueden ser monótonas para los conductores, para evitar los accidentes generados por el cansancio”, explicaron desde el organismo encargado de la construcción y el mantenimiento de los caminos nacionales.

Fuente: Télam