El papa Francisco celebró misa para despedirse de Irak, en el segundo estadio más grande del país, el “Franso Hariri” de Erbil, con capacidad para 30.000 personas, aunque por la pandemia se decidió que sólo pudiera asistir al acto un tercio del aforo.

Luego de su paso por la capital del Kurdistán, el Papa pidió unidad “para un futuro de paz” en el país.

“Irak permanecerá siempre conmigo, en mi corazón. Les pido a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, que trabajen juntos en unidad por un futuro de paz y prosperidad que no discrimine ni deje atrás a nadie”, dijo en su mensaje final, que fue interrumpido en varias ocasiones por los aplausos de los asistentes.

Y aseguró sus oraciones por este “amado país” y, en particular, por “los miembros de las distintas comunidades religiosas”.

Francisco recordó en su mensaje “a los cristianos de las distintas confesiones, muchos de los cuales aquí han derramado su sangre sobre el mismo suelo”.

“Pero nuestros mártires resplandecen juntos, estrellas en el mismo cielo. Desde allí arriba nos piden caminar juntos, sin vacilar, hacia la plenitud de la unidad”, agregó.

El pontífice agradeció la labor de las autoridades religiosas del país “que han trabajado tanto por este viaje” y a todos los que han preparado la visita y le brindaron afecto, en particular al pueblo kurdo.

“En estos días vividos junto a ustedes, he escuchado voces de dolor y de angustia, pero también voces de esperanza y de consuelo. Y esto es mérito, en gran medida, de esa incansable obra de bien que ha sido posible gracias a las instituciones de cada confesión religiosa”, agregó Francisco en su mensaje de despedida.

En la jornada de hoy, el papa se trasladó a Mosul para rezar por las víctimas de las guerras entre los escombros de una ciudad devastada por los terroristas del Estado Islámico y a Qaraqosh, donde celebró el ángelus con la comunidad cristiana que ha ido regresando a la zona tras la derrota de los yihadistas.

Con esta misa el papa concluyó su viaje a Irak, donde ha mantenido citas históricas, como la reunión que tuvo con el gran ayatolá Ali Al Sistani, máxima autoridad religiosa de los chiíes, y la visita a Ur de los Caldeos, donde la tradición indica que nació el profeta Abraham.